De nuevo me provocan desde la Casa de la Ciencia y… entro al trapo. Es una pena que los debates que Erika propone se conviertan en un bis a bis, pero, aún así, me pierde discutir, sin perder las formas, sobre lo divino y lo humano. Y ese es justamente el debate que ahora proponen: ¿Son incompatibles Ciencia y Religión?
Así, a bote pronto, creo que la incompatibilidad se produce entre Iglesia (cualquier Iglesia) y Ciencia. No creo que Religión y Ciencia sean necesariamente incompatibles. De hecho hay acercamientos, cuando menos curiosos y hasta interesantes, entre, por ejemplo, budismo y física cuántica. En este sentido merece la pena examinar los trabajos del físico austriaco Fritjof Capra (1), algunos de ellos recogidos en un libro que alcanzó cierta popularidad («El Tao de la Física», Editorial Sirio). También es muy interesante (al menos a mi me enganchó ese curioso pulso paternofilial) el libro «El monje y el filósofo», una conversación, desde dos ángulos enfrentados, entre Ricard Mattieu, investigador en genética molecular del Instituto Pasteur y monje budista, y su padre, Jean Francois Revel, ateo y uno de los grandes filósofos franceses contemporáneos.
Erika no tarda en replicar, tirando de mayúsculas e interrogantes: «Pero aquí hay una palabra clave: empirismo. Es en lo que se basa precisamente la ciencia, en lo empírico. Y la religión si NO es algo, es EMPÍRICA. ???»
Precisamente puse el ejemplo de la física cuántica porque en Filosofía de la Ciencia llevan años debatiendo a propósito de los límites del empirismo, sobre todo a partir de la aparición de campos del conocimiento (física de altas energías, física atómica, física cuántica…) que están más allá (o más acá, vete tu a saber) de la experiencia y sobre los que no cabe aplicar un sistema de verificación estricto. Es decir, que la Ciencia, creo, ya no es tan empírica como lo fue hace décadas, y por eso hay territorios fronterizos, territorios en el límite, donde la Ciencia y la Religión pueden llegar a «tocarse» o, al menos, pueden llegar a debilitarse los límites que separan a una de otra (es curioso comprobar cuántas veces cita a Dios en sus escritos científicos un ateo declarado como Stephen Hawking).
Hay filósofos de la Ciencia, nada sospechosos, que mantienen posturas cuando menos interesantes (por lo provocadoras) en este debate, posturas que cuestionan, precisamente, el predominio del empirismo y sus consecuencias. En las circunstancias actuales, vienen a decir autores como Karel Leyva (2), «excluir aquello que queda fuera del conocimiento empírico viola un principio fundamental que ha caracterizado el desarrollo del conocimiento científico: la búsqueda incesante de lo que está más allá de lo evidente y que, además, frecuentemente termina por negar lo que es evidente». Si aplicamos el empirismo estrictamente, ¿pasarían la prueba muchas de las disciplinas científicas que hoy se internan por territorios que rozan la metafísica? ¿Aceptamos la religión como una de las fórmulas heterodoxas de acercarse a la ciencia?
Me gusta cómo, sin acudir al empirismo, Hawking resuelve el debate: «Existe una diferencia fundamental entre ciencia y religión. La religión se basa en la autoridad, y la ciencia se basa en la observación y la razón». A mi también me gusta más la razón que la autoridad, incluso cuando la razón ha de internarse por territorios desconocidos donde el empirismo falla…
Y todo esto lo he escrito sin fumarme un porro, que conste…
Lo bordas, chico!
Tú, que me miras con buenos ojos ;-))