Félix supo, además, sacarle el máximo rendimiento a la imagen, manejar con maestría los recursos visuales, aprovechar, en definitiva, las principales virtudes del medio televisivo. Las imágenes de aquellos programas no han caducado porque hablan por sí solas, porque tienen mucha más fuerza que algunos de los productos ambientales que hoy se nos ofertan, saturados de planos comodín (bonitos paisajes, panorámicas campestres, animales silvestres en variadas poses) y alardes técnicos, pero que apenas ofrecen información y raramente transmiten sentimientos.
Tan desmedido fue el impacto social de aquellos programas que, incluso, dieron lugar a agrias polémicas en la prensa escrita. Debates que dejaban entrever la resistencia feroz de algunos individuos y colectivos ante el imparable avance de la sensibilidad ecológica. Hoy puede invitarnos a la risa el artículo que guardo en mi particular hemeroteca, un texto que el conde de Montarco firmaba en El País un 27 de marzo de 1977 (“El doctor Rodríguez de la Fuente y sus lobos”, Sección de Sociedad, página 19). Hoy, como digo, invita al pitorreo, pero entonces revelaba la profunda indignación que las tesis de este pionero de la comunicación ambiental provocaban en los más rancios representantes de la España profunda.

“El doctor Rodríguez de la Fuente”, escribe el citado conde, “nos ha obsequiado, en RTVE, con uno de sus trucados reportajes en el que aparecen unos campesinos crueles persiguiendo y matando una loba, de tiernos instintos maternales, que cae bajo las escopetas por querer defender a sus crías antes de que se apoderasen de ellas esos hombres sin corazón. Yo no sé si los televidentes de las grandes ciudades habrán llorado a la vista de semejante drama rural, pero lo que sí he oído son los comentarios de las gentes del campo, que ya están mosqueados con las historias del doctor acerca de los perros asilvestrados, echando a éstos las culpas de las muertes de ganado, para librar de pecado a esos lobos pacíficos y cariñosos con el hombre, como nos lo muestra Rodríguez de la Fuente jugando ante las cámaras con unos ejemplares domesticados que posee. También podía haber domesticado un tigre o un rinoceronte y no por eso dejarían de ser fieras. El doctor debe de creer que en el campo español no sabemos distinguir entre un perro y un lobo, y debe pensar que esta confusión viene desde siglos en toda Europa. Pero los campesinos españoles piensan, después de haber presenciado esa desdichada emisión en RTVE, que el que no conoce el campo es el señor Rodríguez de la Fuente, ya que no existe ningún pastor que no lleve perro, y si hace su aparición el lobo juntos atacan a la fiera, el uno con sus colmillos y el otro con su garrota”.
Esta era la España en la que vivió y trabajó Félix. Una España a garrotazos. La misma que pintó Goya, la que ayer (23F) recordábamos y la que todavía, aunque con menor intensidad que en aquel ya lejano 1977, seguimos sufriendo los que creemos que otro mundo (sin garrotes) es posible.
[…] casposos (véase, en este mismo blog, el post titulado Los lobos de Félix o un conde a garrotazos: https://elgatoeneljazmin.wordpress.com/2011/02/24/los-lobos-de-felix-o-un-conde-a-garrotazos/) que sólo sirven para intoxicar a la opinión […]
[…] realidad se trata de un conflicto ontológico, un conflicto de valores, que enfrenta la visión romántica e idealizada de las poblaciones […]