Los periodistas hacemos cosas muy extrañas, como dedicar la tarde de un domingo de septiembre a buscar documentación sobre un tema tan singular como el-carácter-mágico-del-lenguaje-en-la-divulgación-científica (siento este arrebato de absurda pedantería, pero es la triste verdad).
Más allá del aspecto puramente práctico (la localización de textos pertinentes, y rigurosos, sobre tan retorcida cuestión) este tipo de búsquedas terminan derivando en una navegación errática por el vasto océano de Internet. Una navegación fuera de las rutas convencionales, alejada de los lugares comunes, casi siempre estéril pero, a veces, sorprendente en sus resultados.
Hoy la isla que he encontrado en un rincón perdido de este océano electrónico se llama “Pseudópodo” (http://pseudopodo.wordpress.com/) y está llena de tesoros que su propietario se brinda a compartir con el primero que asoma, aunque, eso sí, lo único que no comparte es su nombre.
Desde el anonimato, el dueño de este paraíso nos regala textos como el que copio a continuación, muy oportuno en los (malos) tiempos que corren. Quizá, como asegura Hesse, la mejor forma de defendernos del materialismo salvaje que trata de vampirizarnos sea poner la mente en blanco. Algo muy sencillo, aunque tremendamente difícil…
«La mirada de la voluntad es impura y ardiente. El alma de las cosas, la belleza, sólo se nos revela cuando no codiciamos nada, cuando nuestra mirada es pura contemplación. Si miro un bosque que pretendo comprar, arrendar, talar, usar como coto de caza o gravar con una hipoteca, no es el bosque lo que veo, sino solamente su relación con mi voluntad, con mis planes y preocupaciones, con mi bolsillo. En ese caso el bosque es madera, es joven o viejo, está sano o enfermo. Por el contrario, si no quiero nada de él, contemplo su verde espesura con “la mente en blanco” y entonces sí que es un bosque, naturaleza y vegetación; y hermoso. Lo mismo ocurre con los hombres y sus semblantes. El hombre al que contemplo con temor, con esperanza, con codicia, con propósitos, con exigencias, no es un hombre, es sólo un turbio reflejo de mi voluntad. Le miro, consciente o inconscientemente, con sonoras preguntas que le disminuyen y falsean: ¿Es accesible, o es orgulloso? ¿Me respeta? ¿Puedo influir en él? ¿Sabe algo de arte? Los hombres con quienes tratamos, los vemos a través de mil preguntas semejantes a éstas y creemos conocer al ser humano y ser buenos psicólogos cuando conseguimos descubrir en su aspecto, en su actitud y conducta aquello que sirve o perjudica a nuestros propósitos. Pero esta convicción carece de valor, y el campesino, el buhonero o el abogado de oficio son superiores, en esta clase de psicología, a la mayor parte de políticos y científicos. En el momento en que la voluntad descansa y surge la contemplación, el simple ver y entregarse, todo cambia. El hombre deja de ser útil o peligroso, interesante o aburrido, amable o grosero, fuerte o débil. Se convierte en naturaleza; hermoso y notable como todas las cosas sobre las que se detiene la contemplación pura. Porque contemplación no es examen ni critica, solo es amor. Es el estado más alto y deseable de nuestra alma: el amor desinteresado»Herman Hesse
Sumido en mis pensamientos reflexionaba, casi miméticamente, sobre el sentido de la vida, nuestro lugar en el planeta, la necesidad de la conservación, el reparto social, el hambre… Bordeaba casi un misticismo sólo interrumpido por las risas, cánticos y gritos de aquellos que habían sido capaces de escapar a los planteamientos filosófico-morales que a mí me embargaban.
Y aún así, yo asumía la opresión de mis propias reflexiones, recogido en mi llanto particular por no encontrar las respuestas a mis dudas, apenado ante el porvenir del mundo en el que yo participaba durante mi corta existencia con una aportación casi simbólica y que, tal vez, no influiría nada en el destino final de la vida del planeta.
Y también me sentía triste al ser incapaz de comprender las reacciones de los seres humanos que utilizan los recursos de su privilegiada mente para satisfacer la ambición desmesurada por el deseo de un “poder” que abandona el desarrollo de la inteligencia para el progreso colectivo, y la disfraza con doctrinas de falsos salvadores y líderes simbólicos que dirigen a las personas dándoles un trato de masas sodomizadas por el oprobio y el placer de escuchar y recibir aquello que nos adula.
Falso mensaje el que sólo depara placer. Felicidad fingida aquella que no es capaz de extenderse a los demás. Cruel doctrina la que no contempla el bienestar moral y espiritual de los seres y sólo les ofrece residuos materiales, olvidándose de que el misterio de la Creación dotó al ser humano de la capacidad de razonar. Don Divino que nos diferencia del resto de los seres vivos conocidos que evolucionan bajo las leyes de un instinto natural.
Cruel paradoja ésta que me hace sentir la duda al comparar los dos movimientos evolutivos, el de la razón y el del instinto, y creer constatar que no hemos sido capaces de superar a las otras especies naturales, ni en sensibilidad, ni en instinto de conservación, ni en la adaptación al medio, entre otras, pues competimos entre nosotros para demostrar la primacía del mas fuerte aniquilando cruelmente al enemigo en guerras específicas, seleccionadas en base a objetivos de puro interés estratégico que sólo beneficia al poder del dinero.
Nuestros jóvenes se educan sobre la base de sistemas sociales totalmente desconectados entre sí a escala planetaria, que favorecen la incomprensión y amplían las diferencias no sólo entre seres de distintas razas, si no entre colectivos geográficamente próximos, propiciándose el abuso sobre los más débiles, bien sea sexual, económico-laboral, o socio-político-religioso. En cualquier caso, se limita el desarrollo individualizado de su mente “virgen” hacia los intereses de los sistemas que imperan en cada región, nación o continente.
De forma selectiva y premeditada vamos destruyendo nuestros habitas y no para establecer asentamientos mas productivos que beneficien a la colectividad, pues no se invierte en regadías en las zonas desérticas de Etiopía en donde éste año también morirán millones de seres por desnutrición, se invierte en zonas turísticas en las que los habitantes del primer mundo disfrutaran de su segunda o tercera vivienda; en deforestaciones sistematizadas para construcción de muebles innecesarios para nuestras casas ya suficientemente acomodadas; en Centrales Térmicas y Nucleares que venderán la energía que precisa el consumismo exagerado de las naciones ricas, mientras que las pobres siguen sin luz; y todo ello a costa de contaminar un medio ambiente que nosotros, los seres racionales, al igual que los irracionales, necesitamos para vivir, pero que ellos sí conservan.
Y, ante todas estas reflexiones, coincido con Hesse en que la posible solución se encuentra en el «amor desinteresado».
[…] calculas si puedes apurar un poco más. En el corto recorrido que te lleva del dormitorio al baño, el cerebro, aún a medio gas (pero ya tomando el control absoluto), empieza a revisar los planes del día, a ordenar las obligaciones. Todo, a esa hora temprana, […]
[…] Reynolds en la filosofía zen lo lógico era que, habiéndome convertido en su devoto discípulo, siguiera simplificando mis […]
[…] ¿Qué pensaré mañana? ¿Qué es lo que sentiré mañana? ¡ Y qué más da ! Mañana volverá a ser, si amanezco, un día lleno de posibilidades y contradicciones. Un lunes lleno de regalos esperados e inesperados. De problemas y soluciones. ¡ Menuda aventura ! En fin, trataré de burlar a la voluntad, cuya mirada es engañosa, y entregarme a la sencilla contemplació… […]