Hace unos días Clemente Álvarez (@clementealvarez) en su blog Ecolaboratorio de El País (http://blogs.elpais.com/eco-lab/2012/01/consumo-colaborativo-cuantas-cosas-poseemos.html) aportaba un dato muy llamativo sobre nuestra absurda manera de vivir y consumir. “En WWF Francia”, señalaba, “estiman que en la actualidad tenemos de 3.000 a 4.000 objetos en nuestros hogares, 15 veces más que nuestros abuelos”.
La información me hizo recordar una noticia en la que se advertía de nuestra limitada capacidad para pensar, simultáneamente, en varios objetos. En este caso investigadores de la Universidad de Oregón (www.amazings.com/ciencia/noticias/230807d.html) demostraron cómo nuestro cerebro encuentra serias dificultades para pensar, al mismo tiempo, en más de cuatro objetos (apenas el 0,1 % de los objetos que llegamos a tener en casa). Será por eso que, con frecuencia, no sabemos muy bien en dónde hemos dejado algunos cientos de esos miles de objetos que nos rodean a diario.
Y también recordé cómo la compulsión que nos lleva a ese derroche de posesiones puede trasladarse a otras muchas parcelas de nuestra vida. Por ejemplo, si nuestros abuelos poseían 15 veces menos objetos que nosotros, ¿qué diferencia se anotaban con respecto a la movilidad?
Ya lo conté en una de las primeras entradas de este blog: a comienzos del siglo XX un occidental medio recorría cada año unos 2.500 kilómetros, de los cuales alrededor de 2.000 los realizaba a pie. Hoy la cifra se ha disparado hasta superar los 13.000 kilómetros anuales, y solo 500 se hacen a pie. Paradójicamente, cada vez hay más personas que madrugan para correr, acudir a un gimnasio o realizar ejercicio en una bicicleta estática, y luego toman su coche para recorrer los pocos kilómetros que los separan de su lugar de trabajo.
Pies… ¿para qué os quiero?
Te doy toda la razón respecto al contenido de objetos en el hogar que solo se disfrutan el día que se compran, ropas que solo se viste una vez, vajillas para la cena de fin de año, útiles inútiles que obligan a disponer de mas armarios-almacén que te quitan el espacio vital. Recuerdo que en mi casa tenía un pequeño gimnasio que sucumbió para poner una mesa con dos mecedoras, bajo el argumento de que se utilizaba muy poco, lo cual era cierto, pero es mas cierto que yo le daba mas uso que el que le dedicamos ahora a las mecedoras, lo que me confirma que el cambio se debió a un motivo de decoración, y yo permanezco callado, no sea que me quieran cambian a mi también.
Efectivamente, en el terreno de los objetos domésticos, cuando tienes pareja, es mejor opinar con cautela…
Es genial la conclusión final xD. La mayoría de las mujeres se mete por derroteros absurdos. ¿Para qué mecedoras pudiendo tener un asiento más incómodo pero entretenido?, mejor ésta «decoración»: https://twitter.com/#!/RoTaiTau/media/slideshow?url=http%3A%2F%2Ftwitpic.com%2F7ikgxd
[…] Un amigo que paseaba, con el insensato afán aventurero de los turistas, por el acerado de una extensa avenida que cruzaba una zona residencial de Miami fue interpelado por una pareja de policías, sorprendidos por su extraño comportamiento. “Nos parece muy bien que usted sea un turista con ganas de pasear”, vinieron a decirle, “pero en determinadas zonas solo se desplazan caminando los pobres o los delincuentes”. O sea, que en algunos sitios los peatones comienzan a ser sospechosos. […]