Decir que en un río “sobra” agua para justificar así un trasvase es uno de los argumentos más absurdos que suelen esgrimirse en el eterno debate en torno al mejor reparto de un recurso que la naturaleza (como debe ser) ha distribuido siguiendo sus propios criterios.
Anoche, en Twitter, José Luis Gallego (@ecogallego) advertía, una vez más, de este disparate. “Después de la primera semana recorriendo el Ebro”, señalaba José Luis, “una reflexión urgente: a este río, sobrexplotado al límite, no le sobra una gota de agua”. Fue leerlo y recordar una frase que ilustra, como pocas, la torpeza del argumento: “Decir que a un río le sobra agua es como decir que a un bosque le sobran árboles”.
Y fue lanzarla a Twitter y descubrir que muchos internautas se identificaban de inmediato con esta comparación que sirve, insisto, para revelar el absurdo de una consideración que volveremos a oír una y mil veces.
Desgraciadamente en nuestro país se suele reflexionar en torno al agua cuando esta escasea. Los grandes debates sociales a propósito de este recurso vital abundan en los periodos de sequía, justo cuando cualquier razonamiento se ve empañado por argumentos pasionales. No son los momentos de crisis hídrica los más adecuados para establecer estrategias que solucionen los problemas de abastecimiento y, sin embargo, no pocas decisiones trascendentales se toman justamente en esos momentos de alarma. Y esta estrategia suicida será, una vez más, con la que nos toque lidiar en los próximos meses, después de un invierno poco generoso en lluvias.
A pesar de las muchas evidencias científicas que hablan del impacto ecológico, económico, social y hasta emocional de una política hidráulica basada únicamente en la regulación de los cauces y en la explotación de las aguas subterráneas, volveremos a oír que la única solución a la sed de personas y campos son pantanos y trasvases.
Y a cuenta de este sinsentido recuerdo otra comparación, tan gráfica como la de los bosques, que le escuché a Pedro Arrojo hace más de diez años: “Contemplar el Gran Cañón del Colorado como un paraíso de cerradas óptimas para construir presas, las cataratas de Iguazú como un salto perfecto para producir electricidad o el Parque Nacional de Ordesa como un valle ideal para embalsar agua, implicaría un enfoque comprensible en los años treinta, pero hoy resulta tan absurdo que roza la comicidad”.
Lástima que algunos no sólo no se rían ante semejantes propuestas sino que las consideren serias, justas, viables y necesarias…
No solo no falta, sino que hay que cuidarla con mimo. Mira este artículo.
Saludos
Contaminantes emergentes
Pasan inadvertidos entre los humanos. La mayoría no son detectadas por las depuradoras, pero su variedad y presencia en los ríos puede ocasionar daños graves en la salud humana y en el medio ambiente. Los restos de fármacos, conocidos como ‘contaminantes emergentes’, aumentan en los ríos y acuíferos por diversas causas derivadas de la actividad humana: restos de medicinas que no son totalmente asimilados por el organismo y pasan a las aguas residuales, medicamentos tirados a la basura o al inodoro, o sustancias químicas administradas a los animales y arrastradas por la lluvia.
FUENTE | La Razón digit@l
Ya se decía hace un par de milenios que todos los ríos van a parar al mar y el mar nunca se llena.
Saludos.