“El descubrimiento de un nuevo plato hace más por la felicidad de la humanidad que el descubrimiento de una nueva estrella”.
La frase se le atribuye al gastrónomo Brillat-Savarin y hoy me resulta particularmente oportuna porque en la cocina suelo reconciliarme con la humanidad. Es la única habitación de la casa a donde no llega el ruido exterior, ese mal rollo que ahora lo impregna casi todo, esa desesperanza con la que hay que batallar para salir a la calle, esa indignación a la que hay que domar para que no se convierta en odio ni en violencia. Aquí, en mi cocina, reina la paz y la felicidad. Y si vienen amigos a comer, la alegría se multiplica.
Así es que, desde la cocina, regreso a mi blog, aparcado por el ruido y la furia. Y, por eso, en vez hablar del bosón de Higgs me ocuparé del más humilde porco à alentejana, convencido de que no explicará el origen del Universo pero nos proporcionará una pizca de felicidad en mitad de la tormenta.
No es la primera vez que la inspiración me viene desde Portugal, aunque la receta original la haya modificado para adaptarla a la materia prima disponible y darle así un cierto aire gaditano a este clásico del Alentejo.
250 gramos de lomo o solomillo de cerdo.
500 gramos de almejas o chirlas.
2 copas de manzanilla de Sanlúcar.
Pimentón dulce, pimienta negra molida y en grano, ajos, laurel y perejil.
Cortamos el cerdo en dados, no muy grandes, y lo adobamos, es decir, lo colocamos en un recipiente con 4 dientes ajo machacados, media cucharadita de pimentón dulce, una pizca de pimienta molida, seis o siete granos de pimienta negra, una hoja de laurel, una pizca de sal y una copa de manzanilla. Mezclamos todo bien y lo dejamos reposar en el frigorífico un par de horas como mínimo.
Ponemos las almejas en un bol con agua fría abundante y un par de cucharaditas de azúcar (para que suelten toda la arena). Dejamos reposar, cambiamos el agua un par de veces, enjuagamos y listas.
En una sartén amplia calentamos dos cucharadas de aceite de oliva. Ponemos a freír el cerdo adobado (dejándole también los ajos). Cuando esté bien dorado añadimos las almejas y mareamos. Añadimos la otra copa de manzanilla, una copa de agua y perejil fresco picado. Dejamos que se abran las almejas y se consuma un poco el caldo. Las servimos recién hechas. Para acompañarlas van muy bien unas patatas fritas caseras.
El plato, y el momento que nos ha tocado vivir, invitan a escuchar, aunque sea de fondo y a media voz, ese himno, también alentejano, con el que los claveles tomaron la calle…
Me alegro de tu vuelta,nos faltaba algo que nos hiciera mas llevadero estos momentos que nos han tocado vivir
Y yo también echaba de menos a mis lectores-amigos en mitad de este huracán…
Reconforta volver a leer tus sabios comentarios, bien aderezados y complementados por todo tipo de «aleluyas» como solo un maestro sabe hacer. ¡Bienvenido!
Ayer estuve en Portugal, de la mano de un buen amigo «sibarita» a comer en el restaurante Villa Joya, en Guindo,comida de diseño de calidad excepcional, conforme a su precio, acompañado de un maridaje adecuado. Una estupenda experiencia.
[…] salpicadas por toda la Península Ibérica e islas de su periferia (en mi blog la recordé en su variante alentejana). Lástima que, por segunda vez, la guarnición –arroz en este caso – no estuviera a la altura […]