Cada cierto tiempo un crimen atroz nos sobrecoge: las niñas de Alcásser, Rocio Wanninkhof, Madeleine, Mari Luz Cortés, Marta del Castillo, Ruth y José…
Cada cierto tiempo la realidad nos recuerda que la maldad existe y está ahí afuera, cerca de casa.
Por si el espanto que todos estos casos provocan en las personas de buen corazón no fuera suficiente, algunos colegas (¿colegas?) se ocupan de multiplicar el dolor hurgando en las heridas, removiendo el fango, retorciendo los sucesos hasta encajarlos en esos brillantes contenedores donde el espectáculo más macabro se disfraza de periodismo.
Hace algunos años Enric González lo explicaba de manera magistral refiriéndose a la feria que algunos medios habían montado en torno a la tragedia de Marta del Castillo:
“Hay algo que deberíamos establecer con claridad: el «seguimiento mediático» no tiene nada que ver con el periodismo. Es espectáculo y entretenimiento, generalmente de mal gusto, pero no periodismo. ¿Es información? Sí, como las etiquetas de las conservas, las matrículas de los coches o la posición de las estrellas. El periodismo es otra cosa.
La distorsión resulta especialmente notoria en las televisiones. Los únicos programas que pueden ser juzgados bajo criterios periodísticos son lo que llamamos telediarios. Lo demás, aunque contenga periodistas, se atiene a otras normas que, en general, podemos resumir en una: audiencia.
Vayamos haciéndonos a la idea de que el periodismo representa sólo una porción pequeña y decreciente de la oferta mediática. El periodista no sólo debe comprometerse a proporcionar una información fiable y contrastada, sino que debe someterse a una serie de reglas deontológicas. En el entretenimiento informativo no se requieren ni fiabilidad ni límites”.
Ryszard Kapuscinski, al que ya he citado en este blog, apuntaba algunas posibles explicaciones a este enigma por el cual los responsables de cierta programación televisiva se empeñan en ofrecer productos que, aún reuniendo audiencias millonarias, son repudiados por su banalidad, su escaso rigor y su mal gusto. Hoy los medios de comunicación, aseguraba el periodista polaco, “se gobiernan de tal manera que pesa más el criterio empresarial que el informativo. Las televisiones están lideradas por economistas, publicistas, expertos en marketing y analistas de audiencias, mientras que los periodistas se colocan en un segundo plano. Al menos los periodistas que responden, quizá, a un modelo de este oficio por desgracia ya caduco”. “Antes”, insistía, “la profesión de periodista era un trabajo de especialistas. Había un limitado grupo de periodistas especializados en algún campo en concreto. Ahora la situación ha cambiado por completo: no existen especialistas en ningún campo”. Y concluye: “Los medios de comunicación, la televisión, la radio, están interesados no en reproducir lo que sucede, sino en ganar a la competencia. En consecuencia, los medios de comunicación crean su propio mundo y ese mundo suyo se convierte en más importante que el real”.
Vaya, ya salió la famosa máxima que desde los orígenes de este oficio siguen, con verdadera devoción, algunos profesionales (¿profesionales?) del gremio: “No dejes que la realidad te joda un buen titular”. Porque una cosa es la realidad, y otra, muy distinta, es nuestra realidad, ese mundo que con demasiada frecuencia se inventa la televisión para que sea más atractivo, más polémico o más tranquilizador.
Umberto Eco se preguntaba en un debate sobre los reality show en televisión: “¿La boda de Ladi Di hubiera sido igual sin la presencia de la televisión?” La respuesta, obviamente, era que no porque, entre otras cosas, a los caballos que escoltaban el séquito, y esta es una anécdota bastante extravagante aunque cierta, se le administraron laxantes para que todas sus defecaciones tuvieran un mismo tono de color y pasaran así discretamente inadvertidas en las televisiones de medio mundo. La mierda y la realeza, aunque a menudo convivan, casan mal en televisión si lo que queremos vender es glamour. En televisión ese espectáculo resultaría escatológico, aunque se admita la más dura pornografía cuando de lo que se trata es de vender un crimen.
Y todas estas reflexiones vienen a cuento porque durante unos días me he sentido (una vez más) orgulloso de trabajar en los informativos diarios de Canal Sur TV, la televisión pública andaluza, desde donde nos hemos enfrentado al crimen de Ruth y José, o a la tragedia del incendio forestal de la Costa del Sol, con el respeto y el rigor que merecen informaciones que hablan de dolor, de pérdida, de sufrimiento.
No todas las televisiones son iguales. No es verdad. Otra televisión no sólo es posible sino que ya existe, y la hacen (más allá del color de los gobiernos y los vaivenes presupuestarios) profesionales rigurosos y comprometidos con el servicio público.
La mierda no es bueno disfrazarla, pero tampoco conviene revolcarse en ella…
P.D.: Es justo no olvidar que algunos compañeros y compañeras se revuelcan en la mierda siguiendo órdenes, para poder así ganarse un sueldo… de mierda. Pobre Periodismo.
Tienes más razón que un santo, querido José María, pero como muy bien dices al final, hay quien no tiene más remedio que acatar órdenes, pues ha de pagar hipoteca, colegio de niños… Por desgracia el dinero es lo que manda.
Pero, estimados Manuel y José María, quienes acatan órdenes pueden estar haciendo un daño mortal a otros seres humanos. Y, sí: decimos mortal con total conocimiento de causa. Nada justifica la ausencia de ética y la falta de profesionalidad. Quienes se dedican al circo, no hacen periodismo. Y ni siquiera, contradiciendo a Enric, información. Una etiqueta de un bote de pintura no mata; un sicario de los «rositas» y los «mierdatv» sí.
La ética, ¿donde queda la ética?. No solo en el periodismo, también en otras profesiones. ¿Se referirán a esto cuando se habla de la perdida de valores?.
Quizás las próximas generaciones lo recuperen, pero esta nuestra lo tiene «crudo». Nos ha tocado vivir en el materialismo cruel donde los sentimientos se relegan y el corazón se apaga, y lo peor es que como esto no genera «hambre», dudo que se inicie una nueva revolución social.
Nunca hemos comprendido muy bien, señor de la Morena, qué se debe entender por ‘valores’. Y si, como sospechamos, se trata de un conjunto de cualidades morales, pues eso es lo que la RAE define como ética.
No entramos en clasificar éticas, claro, que la de un islamista, es un ejemplo, tiene muchas diferencias con la de un budista. Tampoco nos entusiasma lo de ‘pérdida’; suena a irrecuperable y haría estéril el objeto de este blog, el nuestro y tantos otros que intentan sacudir conciencias.
Y no estamos de acuerdo en su último párrafo: la ausencia de ética y profesionalidad periodística, con ayuda del materialismo de empresas editoras que sólo tienen ojos para las cuentas de resultados, eso sí, o los intereses políticos, genera hambre y mata; así de contundente.
[…] Informativos Diarios de Canal Sur TV (al Noticias 1, para ser exactos), escribí a propósito de la mierda en televisión. Algunos colegas (¿colegas?) deberían tomar nota… y aprender (antes de dar […]
Excelente. Todo esto ya lo conocía, pero no está de más escucharlo de otro compañero. La realidad de la mierda que se vende, emite o mueve, en TV no es algo nuevo, la película «Network, un mundo implacable» supone un fabuloso retrato de cual es esa realidad. Los periodistas que trabajamos (en mi caso hablo, por desgracia, en pretérito) en TV,, ejercemos más de showmans que de periodistas. Que lástima da haber nacido con vocación de periodista en un país como España.
Mi concepto de patria tiene más que ver con la vocación que con el territorio. Este es un oficio maravilloso y lo ejercemos… donde nos dejan, donde podemos. En otros países sería aún peor. Por eso hay que levantar la voz (aquí, donde podemos) para defenderlo, para defendernos. Gracias por tu comentario.
El periodista que no cumple con su obligación profesional, esta engañando al ciudadano, y el engañar al ciudadano con la información manipulada o las verdades a medias, no se puede justificar con una hipoteca u otras cosas, pues tienes la opción de dedicarte a otra cosa sin perder tu honor.
[…] aparentemente, podrían resultar un estorbo. Pero resulta que este trabajo maravilloso, por el que recibimos tantas críticas injustas y cuya dignidad se empeñan en dinamitar algunos políticos y financieros (entre otros agentes de […]