
Esta era la parte más suculenta de mi doble página machadiana, con la que me sentí orgulloso aquel 12 de abril de 1983.
Como por entonces no tenía coche ni carnet de conducir (ni un duro), a Baeza me llevó mi padre, convertido, como otros tantos domingos, en solícito conductor de un cuasi-periodista. Con mi flamante Yashica FX-3, diecinueve años y una novia entregada a la poesía, el 10 de abril de 1983 me planté en el homenaje nacional a Antonio Machado, a pesar de que el fiscal Jesús Vicente Chamorro, artífice del encuentro y fundador de Justicia Democrática en plena dictadura, me había confesado por teléfono que le parecía “demasiado joven” para cubrir con rigor un acto de tamaña trascendencia.
En verdad el homenaje se convocó un 20 de febrero de 1966 pero las autoridades franquistas lo prohibieron y expedientaron a Chamorro por su atrevimiento. El fiscal mantuvo escondido en su casa, durante 17 largos años, el enorme busto de bronce del poeta que, al fin, iba a colocarse en un fanal de hormigón, mirando a la sierra de Cazorla, no muy lejos del instituto donde Machado impartiera clases de francés.

Buscando en la red documentación sobre aquella jornada festiva me he encontrado con este regalo: una foto del homenaje de 1983 en la que me he reconocido entre la multitud. A mi novia no la veo 😦
Más de 5.000 personas tomaron Baeza aquella mañana de primavera, soleada y alegre. Y a pesar de las reticencias de Chamorro, yo cubrí, sin que nadie me lo encargara, aquel homenaje capitaneado por Paco Rabal y Rafael Alberti. Con ellos me coloqué en la cabeza de la improvisada peregrinación laica que iba recorriendo todos los hitos machadianos, recitando, en cada uno de ellos, algún poema del ilustre profesor. Y a cada verso encendido yo disparaba mi cámara y miraba a mi novia (o al contrario, ya no me acuerdo bien).
El lunes, de vuelta a la redacción del vespertino Nueva Andalucía, me ofrecí para componer una doble página a la altura del acontecimiento que había tenido la suerte de vivir. En un periódico dirigido por un escritor de buen corazón (Javier Smith) y una teresiana progresista (Carmen Yanes) no era difícil que a un pipiolo que llevaba de ayudante de redacción unos meses le aprobaran una doble página donde todo (texto, fotos y maqueta) quedaba bajo su responsabilidad.
El reportaje, a doble página, se publicó el martes y cuando, a pie de rotativa, estaba disfrutando de su lectura, hinchado como un pez globo, alguien tocó mi hombro y con voz ronca me preguntó: “¿Es usted comunista?”. El consejero delegado de la empresa editora del diario, Antonio Uceda, me miraba fijamente, con cara de pocos amigos, esperando una respuesta. “Noooooo”, debí contestar con la vocecilla atiplada característica de un pez globo cuando se desinfla a marchas forzadas. Entonces, apretó: “¿Por qué ha puesto usted en el reportaje la foto de Paco Rabal con el puño en alto?”. Tiré de erudición, hice la finta y logré escabullirme cuando ya me veía recogiendo el finiquito: “La hice justo en el momento en que Paco Rabal recitaba <Los olivos>, ya sabe usted, ese poema que dice: <… de los que muestran el puño / al destino / los benditos labradores…>”.

Así de revolucionario fotografié a Paco Rabal para plantarlo en las páginas centrales de un diario del Arzobispado. El atrevimiento del becario.
Quizá porque era de Palma del Río, y los labradores no debían resultarle ajenos, o porque el adjetivo “benditos” inspiraba cierta confianza en una empresa propiedad del Arzobispado de Sevilla, el caso es que Antonio Uceda, el temible consejero delegado, soltó a su presa, y el pez globo, convertido ya en un tembloroso chanquete, se escurrió por los talleres hasta alcanzar su Vespa 150 con la que logró escapar, sano y salvo, de aquellas viejas naves del polígono de la Carretera Amarilla.
Desde entonces desconfío de la gente a la que no le gusta la poesía, a la que no le conmueve un verso. O, dicho de otra manera, tiendo a juntarme con personas que encuentran en la poesía consuelo, futuro y alegría.
Hoy, celebrando el Día Mundial de la Poesía, y también la primavera, me lo ha dicho un amigo: “Si me tienen que operar de algo quisiera que el cirujano fuera un lector de poesía, un buen cirujano pero, además, amante de la poesía”. Y yo le alabo el gusto porque, ¿quién si no va a entender, de verdad, qué es lo que hay aquí dentro y cómo es posible que funcione?
P.D.: De casi todo hace ya treinta años…
Ay, la Yashica FX-3. Qué de fotos, compañero.
Si localizara a la chica que me la compró… le haría una oferta para volver a recomprarla. Pura nostalgia del carrete, el fotómetro manual y los objetivos de bayoneta. La mía (invierno del 82) venía en una maleta con tres objetivos (50, 28 y 125) y sólo me dió satisfacciones. Ay, la Yashica FX-3…
El tiempo deja recuerdos
que en el alma no se olvidan,
sabores y sentimientos
de toda esa vida mía,
que entre sollozo y suspiros
me llenaban de alegría.
Un fuerte abrazo de tu amigo «científico»
Querido amigo, me ha encantado esta entrada y te felicito. Efectivamente, Uceda era un tipo que se creía el rey del mundo. Del antiguo régimen, se entregó en cuerpo y alma a una UCD que se equivocó en casi todo y que se lo llevó por delante. Hacía y decía cosas del siglo XIX, como en la ocasión en que ordenó a todos que sacáramos los coches del aparcamiento porque le habían traído su barco nuevo…. En fin, aquí seguimos. Un abrazo.
Pues sí Antonio, eran otros tiempos, con sus luces y sus sombras, y con aquél extenso catálogo de personajes que representaban a los últimos dinosaurios antes de la definitiva extinción. Lástima que hoy, mejor disfrazados, vuelvan a la carga los herederos de aquellos tiranos… Aquí seguimos. Un abrazo.
No conocía de tus incursiones machadianas por estas tierras. En cualquier caso una agradable sorpresa esta sabrosa anécdota del pipiolo que no era comunista.
Siempre he tenido querencia por esas tierras tan maravillosas, desde pipiolo-no-comunista-y-con-novia 😉