
Flamencos en la laguna de Fuente de Piedra (Málaga). Fotografía de Félix Grande Bagazgoitia (http://www.felixgrandebagazgoitia.com/index.html)
“La costumbre mata el asombro”. La frase la pronunció, rotundo, José Antonio Valverde una soleada mañana de marzo, cuando me contaba, a orillas de la extensa laguna, cómo había descrito por vez primera, hace justamente medio siglo, la colonia nidificante de flamencos de Fuente de Piedra (Málaga). Valverde se refería a esa paradoja que a veces asalta al visitante de una zona excepcional, o al testigo de un suceso impresionante, cuando comprueba que con ese portento conviven a diario, y sin inmutarse, otros individuos. Una paradoja que suele expresarse en forma de pregunta: ¿cómo es posible que los vecinos de Fuente de Piedra no se manifestaran asombrados, cada mañana, a cuenta del espectáculo natural que se desarrollaba en la misma puerta de sus viviendas?
Hace unos días volví a asomarme a la laguna de Fuente de Piedra y aunque llevo visitando el humedal cerca de 30 años confieso que mi asombro no disminuye. Este año, gracias a un invierno generoso en lluvias, se han batido todas las marcas y son unas 22.000 parejas de flamencos, llegadas de todo el Mediterráneo occidental, las que han elegido las aguas salobres de este pequeño mar interior para reproducirse, un privilegio que, en toda Europa, solo comparte el Parque Nacional de la Camarga, en el Mediodía francés.
Situada al norte de la provincia de Málaga, en las cercanías de Antequera y en las inmediaciones del pueblo del mismo nombre, la laguna de Fuente de Piedra, con sus 1.300 hectáreas de extensión, es una de las de mayor tamaño de España. De aguas fuertemente salinas y escasa profundidad, conserva un importante manto de vegetación en su entorno.
Según algunas citas históricas, la explotación salinera de este espacio se inició durante la época romana, y ya entonces se cazaban flamencos en sus aguas para extraerles la lengua, un bocado muy apreciado en la cocina del Imperio. No se tiene constancia, sin embargo, de que existiera una colonia nidificante como la que hoy conocemos, fenómeno posiblemente ligado a las transformaciones que se introdujeron en el siglo XIX para aprovechar la sal a escala industrial. A diferencia de otras zonas húmedas españolas, el carácter medicinal de sus aguas hizo que Fuente de Piedra se salvara de la desecación.
Si las lluvias han sido abundantes y el agua ha alcanzado un nivel óptimo, los flamencos habrán ido llegando por miles desde finales de febrero. Inmediatamente, si la temperatura acompaña, se iniciarán las multitudinarias paradas nupciales. Tras estas ceremonias las parejas comienzan la construcción de sus nidos de barro. El nacimiento de los pollos se produce entre finales de abril y primeros de mayo, y entonces la actividad de los flamencos se multiplica.
Al cabo de unos tres meses, ya mediado el verano, las crías estarán en condiciones de acompañar a sus padres en el viaje migratorio hacia el continente africano, o bien hacia sus cuarteles de invierno en las salinas del Cabo de Gata (Almería), las de Santa Pola en Alicante, la bahía de Cádiz o las Marismas del Odiel (Huelva).
Creo que te agradaría volver a visitar las marismas del Odiel, te sorprendería también la riqueza de avifauna de este año tan agradecido en lluvias y, de paso, me permitiría invitarte a suculenta comida en La Plazuela.
Un abrazo