
Así se despedía el sol en La Holanda, la estancia en donde nos dieron cobijo mientras rodábamos Las alas de la Pampa (Foto: Miguel Delibes)
Cuando agotados apagábamos las linternas y sólo nos cubrían las infinitas estrellas que salpican el cielo de la Pampa dejaba que el corazón de Argentina también latiera en mis oídos. Cantaban bajito, como una nana, La Negra Sosa, León Gieco o José Larralde, y así me vencía el sueño.
Durante el día, cuando el variopinto grupo de expedicionarios viajábamos de un lado para otro, lo que sonaba en el todo-terreno, para levantar el ánimo y matar la nostalgia, era la Bersuit Vergarabat (a todo trapo); y si la etapa se antojaba interminable, como aquella en la que cruzamos de una tacada el desierto patagónico (desde Rawson hasta Junín de los Andes), tratábamos de templar el cansancio con el electrotango de los Bajofondo o Gotan Project.
En abril de 2007 recorrí Argentina para rodar Las alas de la Pampa y El sur infinito, documentales en donde la música, como siempre, ocupa un lugar relevante. Hoy todavía me arrepiento de no haber colocado en alguna secuencia, quizá en una de las despedidas, a Atahualpa Yupanqui (“el que viene de lejanas tierras para decir algo”, en lengua quechua).
El pasado fin de semana, en ese rincón de las Alpujarras en el que acostumbro a resetearme, me estuve meciendo con Los Hermanos, una de las canciones más hermosas de Don Ata. Y fue entonces cuando me acordé de la Pampa, y de las infinitas estrellas del hemisferio sur, y del desierto patagónico… Pero, sobre todo, me acordé de los amigos con los que compartí aquel viaje. En esa milonga habitan ellos y otros muchos que están lejos, o cerca, o que ya no están…
“Y así seguimos andando
curtidos de soledad,
nos perdemos por el mundo,
nos volvemos a encontrar…”
(Los Hermanos, Atahualpa Yupanqui)
La que sonó (gracias a Juan Carlos), y que hoy os regalo, es la versión, desnuda, de Bia Krieger y Lhasa de Sela.
Si es que como hemos dicho muchas veces, el peludo hervido, el pan duro, los fideos y hasta los madrugones y las malas caras unen… Después de todo, nos la pasamos bien eh???
Ya sabía yo que a los sones de Don Ata aparecería la comandante Carrete 😉 Nos la pasamos requetebien, y si no hubiera habido marrones, ¿qué anécdotas íbamos a contar? La memoria hace su delicado trabajo de selección y tamiza los recuerdos para quedarse con las perlas, con las pepitas de oro, con lo mejor de lo mejor. y fueron tantos los buenos momentos !!!! Besa a toda la familia (excepto al de la barba)
[…] a las carreteras secundarias del Alentejo portugués, Marketa Irglova a aquel verano en Dublín, Llasa de Sela a la Pampa estrellada, Michael Sardou a un semáforo en rojo cerca de La Caleta, Jeff Buckley a los […]