
Ensenada de Bolonia (Cádiz), con las ruinas de Baelo Claudia en primer término, la sierra de la Plata a la izquierda y la duna a la derecha. Al fondo, entre brumas, el perfil de la costa africana.
Hace unos días, por los carriles de Betijuelo, volví a subir a la sierra de la Plata (Cádiz) desde la que es posible contemplar uno de los paisajes costeros más hermosos de Andalucía. A la derecha la ensenada de Bolonia, las ruinas de Baelo Claudia y la duna inmaculada que serpentea entre pinares; a la izquierda la amenazada playa de Valdevaqueros, con el cielo salpicado de velas de kitesurf, la playa de los Lances y la isla de las Palomas, internándose en la última frontera del Atlántico. Y al fondo, soberbio, el Yebel Musa, la otra columna de Hércules, la que está plantada en suelo africano. Las dos orillas casi fundidas.
A vista de pájaro el Estrecho es, ciertamente, muy estrecho.
Desde hace millones de años, la naturaleza, que no sabe de política o religión, ha tejido lazos que unen territorios aparentemente dispares. El Estrecho de Gibraltar es una frontera irrelevante cuando se trata de comparar las características ambientales del sur de Andalucía y el norte de Marruecos. Quizá este sea uno de los pocos lugares del planeta en donde es posible plantear acciones intercontinentales orientadas a conservar un patrimonio ecológico común. Así al menos lo entendieron la Junta de Andalucía y el Reino de Marruecos, cuando, en 1998, se embarcaron en el diseño de la Reserva de la Biosfera Andalucía-Marruecos.
En total, esta reserva intercontinental ocupa más de un millón de hectáreas, incluyendo, en la parte española, dos reservas de la biosfera declaradas con anterioridad (Sierra de Grazalema y Sierra de las Nieves). Además de estos espacios, la aportación andaluza incluye un amplio sector de las provincias de Cádiz y Málaga en el que ya existen cuatro parques naturales (los dos citados además de Los Alcornocales y El Estrecho), cuatro parajes naturales (Desfiladero de los Gaitanes, Los Reales de Sierra Bermeja, Playa de los Lances y Sierra Crestellina) y tres monumentos naturales (Dunas de Bolonia, Pinsapo de las Escaleretas y Cañón de las Buitreras). En lo que se refiere al norte de Marruecos, las provincias que se suman a este proyecto son las de Tánger, Tetuán, Larache y Chefchaouen, en donde existen 18 espacios protegidos. Quizá el más importante sea el Parque Nacional de los Montes de Talassemtane, aunque son igualmente relevantes otros enclaves de interés ecológico tanto continentales (Jbel Bouhachem o Jbel Karrich) como litorales (Koudiet Taïfour, laguna de Smir, Côte Gomara o Cirque de Jebha).
Uniendo todos estos territorios, situados a un lado y al otro del Estrecho, se obtiene la frontera zoológica que marca el límite en la distribución de especies animales y vegetales típicas del continente africano y del europeo, de manera que, por ejemplo, la riqueza botánica es sobresaliente en las dos orillas. El caso más llamativo de esta flora excepcional y compartida podría ser el del pinsapo, un abeto endémico que concentra su única área de distribución en el extremo occidental de las cordilleras béticas y en el Rif marroquí. También son paisajes compartidos aquellos compuestos por encinas, alcornoques o matorrales mediterráneos.
Un fenómeno parecido se manifiesta en el capítulo faunístico en el que, además, se cuenta con el valor añadido de las rutas migratorias que atraviesan la reserva y que determinan la presencia de un buen número de aves, ya sean sedentarias, de paso o nidificantes estacionales.
Gracias desde la orilla sur por este comentario. Ahora sería el momento de empezar con las áreas marinas protegidas, como los excepcionales fondos de Ceuta y especies como el coral rojo o los cetáceos del Estrecho.
Pues sí, hay mucho que proteger en estas dos orillas. Lo que se ve y lo que está oculto. Un abrazo fuerte Carlos.
Gracias por tan cálida y cuidada descripción de uno de los parajes mas bellos de Andalucía. Realmente disponemos de enclaves paradisiacos que están por descubrir, quizás sea mejor así visto los desmanes que hacemos los humanos en nuestros asentamientos veraniegos. La foto, ¡¡impresionante!!