El gato, callejero, duerme bajo el gran jazmín blanco, junto a la puerta del jardín. Así lo lleva haciendo desde hace años. Por eso, cuando llego a casa, es el primero en recibirme. Cruzamos una mirada y luego cada uno a lo suyo.
Durante meses creí verlo desvalido, abrumado por los ladridos, lejanos, de algún chucho, y por eso mi mirada se teñía de una cierta compasión. Pero cuando me fijé bien descubrí que era él quien me miraba con ese porte de superioridad que tienen los gatos, convencido, quizá, de que, en realidad, el que llegaba a casa desvalido y abrumado por los ladridos, lejanos, de algunos chuchos, era yo.
Al gato en el jazmín no hay quien le engañe…
Que foto más bonita!
Muy buena la reflexión del gato…
Te dejo mi blog: http://agrol.blogspot.com
Besos
Quizá algunas miradas sólo nos devuelvan nuestros propios sentimientos.
Suerte en el camino
A veces los animales nos miran con mucha más inteligencia, y ternura, que muchas personas… Suerte a ti también.