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Posts Tagged ‘atascos’

Mirando, desde la Alpujarra, cómo el amanecer ilumina la Sierra de Gádor. Y muy al fondo… el Mediterráneo. Sí, aún existen lugares como éste…

Tengo la mala costumbre de salir al campo y, a veces, como este fin de semana, hasta cometo la imprudencia de perderme en algún lugar remoto en donde no hay carreteras, ni luz eléctrica, ni cobertura de móvil, ni televisión, ni radio… Sí, de verdad, esos lugares aún existen en Andalucía, aunque cada vez sea más difícil encontrarlos (adjunto, como prueba, una foto).

Lo malo de esos paraísos, si es que tienen algo malo, es que hay que volver, y regresar a la ciudad y sus fantasmas.

La primera mañana después del retorno es particularmente difícil porque uno se enfrenta de nuevo a la gran urbe como el que se enfrenta a un monstruo capaz de devorar, en pocos minutos, toda la paz que hemos ido atesorando, poco a poco, en las montañas.

Dentro de esa cápsula de metal por la que transito, camino del trabajo, entre el ruido y el humo, no suena el monótono informativo que habla de elecciones, crisis y fútbol (la triada del aburrimiento y la desesperanza) sino que, para sobrevivir al atasco, siempre suena algo de música. Con ella amanso a la fiera y vuelvo a las montañas, aunque en el horizonte sólo se dibujen farolas y asfalto.

Hoy he elegido a Marketa Irglova y Glen Hansard, los protagonistas de “Once”, la sencilla película irlandesa que habla de la esperanza en una ciudad, Dublín, que entonces (2006) comenzaba a ser devorada por los tiburones de las finanzas (los mismos que ahora nos rondan a nosotros).

En mi coche, hoy, suena “If you want me”, y vuelvo a las montañas, y a Dublín…

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Los coches son cárceles de metal en las que nos desplazamos torpemente, con malos humos, haciendo ruido y consumiendo demasiados recursos. Son cárceles, pero también son cápsulas en las que podemos deslizarnos en mitad del caos, aislados de la locura que habita en las grandes rondas de circunvalación.

Vivo en un pueblo pequeño y no tengo más remedio que usar el coche, pero, afortunadamente, apenas sufro los embotellamientos de la SE-30. Sin embargo, cuando tengo que bajar a la gran ciudad, y el Metro no me resuelve ese desplazamiento, me atrinchero en mi cápsula de cuatro ruedas y pongo música a volumen generoso. Música para sobrevivir a un atasco. Música que amansa a las fieras. Música para olvidarme de que, en realidad, viajo en una cárcel de metal.

Esta es la primera entrega de mi “Música para sobrevivir a un atasco”, una serie que se inicia con Rodrigo Leao, el portugués que me transporta hasta la costa vicentina en una larga noche de verano con amigos, frango grelado, tinto del Douro y … sin atascos.

 

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Si una civilización alienígena tuviera oportunidad de espiar la vida en las grandes ciudades del planeta Tierra podría llegar a pensar que nuestro mundo está habitado por los coches y que los humanos apenas somos una especie de parásitos que ocupan los vehículos a motor. Estos requieren de enormes inversiones para poder moverse a su antojo por carreteras, autopistas o rondas de circunvalación, mientras que los peatones disponen de un espacio ridículo en comparación con las infraestructuras que devoran los automóviles.

A pesar de la atención desmesurada que recibe, el uso de este medio de transporte no ha resuelto el problema de la movilidad en las grandes urbes. La velocidad media de un automovilista en la mayoría de las capitales andaluzas oscila, según el grado de saturación que presenten las vías del casco urbano, entre los seis y los quince kilómetros por hora, mientras que un ciclista en idénticas circunstancias se mantiene, sin dificultad, en los veinte kilómetros por hora de media, usando, además, el único transporte que permite desplazamientos puerta a puerta.

Si a esta ventaja sumamos las facilidades que otorgan el clima y la orografía, el uso de la bicicleta no debería ser un recurso casi anecdótico en muchas de nuestras grandes ciudades. Aunque estos argumentos aparecen de forma insistente en todos los estudios sobre movilidad urbana, a la hora de la verdad las distintas administraciones apenas prestan apoyo a los ciclistas que, literalmente, se juegan la vida en su afán por trasladarse usando el medio de transporte más eficiente y limpio.

* La mitad de la gasolina que se consume en España se emplea en realizar desplazamientos urbanos, una cuarta parte de los cuales son para recorrer distancias inferiores a los dos kilómetros. Si estos pequeños recorridos se efectuaran andando o en bicicleta, se ahorrarían cada año alrededor de 1.000 millones de litros de combustible.

* A comienzos de siglo un occidental medio recorría cada año unos
2.500 kilómetros, de los cuales alrededor de 2.000 los realizaba a pie. Hoy la cifra se ha disparado hasta superar los 13.000 kilómetros anuales, y solo 500 se hacen a pie. Paradójicamente, cada vez hay más personas que madrugan para correr, acudir a un gimnasio o realizar ejercicio en una bicicleta estática, y luego toman su coche para recorrer los pocos kilómetros que los separan de su lugar de trabajo.

* La bicicleta es el principal medio de transporte del mundo, con unos 800 millones de usuarios, frente a los 460 millones que utilizan el coche. Mientras que sólo un 10 % de la población mundial puede permitirse económicamente un coche, a una bicicleta tiene acceso el 80 %. Pero optar por los pedales no es una simple cuestión económica como lo prueba el hecho de que en Dinamarca el número de bicicleta duplica al de coches. 

* El ciclista encabeza la clasificación de eficiencia energética de todos los medios de transporte conocidos, ya sean de tracción animal o mecánica. La bicicleta es tres o cuatro veces más rápida que el desplazamiento a pie con sólo un tercio del esfuerzo que emplea el peatón.

 

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