Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘deseo’

Quizá nació en la duna de Monsul, sorteó las rocas volcánicas del Cabo de Gata, dobló el perfil de la Sierra de la Plata y coronó, por fin, las arenas de Bolonia en donde me alborotó el pelo (y los sentimientos) antes de seguir viaje para, sin esfuerzo ni resistencia, desdibujar el paisaje, encender el deseo y achicharrar las dudas. El Levante es… así. (Foto: José María Montero).

 

«El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse» (Saber perder, David Trueba)

 

Parece un viento aunque, en realidad, es un estado de ánimo. Levante. Levantisco. Levantera. Cuando dobla la esquina de la Sierra de la Plata y encara la duna de Bolonia viene ya dispuesto a alborotarnos el pelo y los sentimientos. Viene buscando pelea.

Pule, con cada grano de arena envalentonado, nuestra resistencia. Lima el olvido y el porvenir. Enciende el deseo y achicharra las dudas, todas las dudas. Sin prisa. Sin esfuerzo aparente.

Maltrata las sombrillas, espanta a las abuelas y tuesta la piel (y la paciencia) de los niños. Viene buscando una gota de sudor, una lágrima, la saliva en la comisura de los labios, cualquier rastro de humana-humedad para convertirla en vapor salado. En un raro equilibrio, que no dejará de repetirse, se lleva lo que nos dejó el Poniente.

Sólo acostumbran a defenderlo los que aprendieron a cabalgarlo. Sólo elogian su bravura los que, sin miedo, despliegan sus velas cuando comienza a silbar, cuando quema entre los dedos.

Un día, quién sabe, tal vez nos envolvamos -libres- en el Levante y nos dejemos llevar, sin miedo, a contratiempo, a contraviento.

Recuérdame (si es que lo olvido) que el Levante nos arrastra a lugares en los que nadie nos conoce, rincones del Sur en donde nace este viento, cálido, que en realidad es un estado de ánimo, ese que, sin esfuerzo ni resistencia, enciende el deseo y achicharra las dudas.

Puede que nos barra, que nos borre o que nos brinde, de nuevo, la oportunidad de volar.
Pídeme que abra las puertas y las contraventanas cuando sople el Levante, como aquel sábado de marzo en el que fuimos arena y luz.
Mírame y dime si es así como lo recuerdas.

PD: Aquella primera noche, la de mi llegada, soplaba el Poniente. La última noche, la de la despedida, nos visitó el Levante. Escribo sobre el viento para que lo que escribo llegue lejos, justo a donde tiene que llegar…

Anuncio publicitario

Read Full Post »

Playa 2

Cogidos de la mano rumbo a lo desconocido. El deseo y el miedo me esperaban en el mar, yo lo sabía, y por eso cuando dijo «ven» yo contesté «voy», sin dudarlo… Casi todas las historias bonitas comienzan de esa manera (Mi padre y yo posamos así de decididos en algún lugar de la costa mediterránea andaluza allá por el verano de 1967 o 1968).

«No soy lo que soy, soy lo que hago con mis manos» (Louise Bourgeois)

 

Me dijo «ven». Posiblemente yo contesté «voy».

Lo que ha quedado de aquel verano en Nerja es el olor a algas y el miedo a lo desconocido. Uno y otro se han unido en la memoria y esta noche, cuando busque el sueño, es posible que vuelvan cogidos de la mano, porque hoy es 4 de septiembre.

Me dijo «ven». Posiblemente yo contesté «voy».

Más de cuarenta años después me miro las manos y me asalta ese mismo miedo que sentía cuando mi padre decía «ven» y yo, confiado, contestaba «voy», y le tendía mis manos para que me subiera a sus hombros, y se internaba en el mar hasta que las olas me alcanzaban la cara y me salpicaban el paladar de salitre. Pero, al mismo tiempo, no podía resistir el vértigo, la excitación con la que me enfrentaba a esa masa de agua azul o verdosa, infinita y salada. Me aterrorizaba aquella sensación de naufrago a hombros de un gigante, pero me encantaba paladear ese miedo sabiendo que mi padre tenía bien sujeto mi cuerpo flacucho y lo hacía, entre risas, por puro amor.

Me dijo «ven». Posiblemente yo contesté «voy».

Hay noches que son naufragio y salvación a partes iguales, y aunque la cabeza me dice que hay que elegir mi corazón sigue el mismo vaivén que cuando tenía tres o cuatro años y pasaba del miedo al deseo sin considerar que, quizá, uno debía excluir al otro. Miedo y deseo. ¿O era al contrario? Sí, primero aparecía el deseo y luego venía el miedo, lo mismo que me ocurre algunas noches, esas en las que vuelve el olor a algas… Pero también es verdad que casi nunca dudo, porque casi todas las historias bonitas comienzan de esta manera.

Me dijo «ven». Posiblemente yo contesté «voy».

Rendido, cubierto de salitre, con la piel quemada y los pies emborrizados en arena me escapaba del abrazo y corría a la destartalada DKW, con su toldo de rayas azules y grises bien estirado; y allí, donde mi madre pasaba el día con el pelo recogido, me refugiaba del miedo y del deseo. Hasta allí no llegaba el olor a algas, ni las olas me salpicaban la cara. Allí, debajo del toldo, la sombra sólo prometía rutina, dulce rutina, aburrida rutina de verano.

Hoy es 4 de septiembre, y aunque el calendario me contradiga es el final del verano…

«No puedo evitar prever desde ahora, junto al buen azar de tenerte, el anticipo de la nostalgia que sentiré cuando no estés. Ya lo sé. Demasiado lo sé. Todo está claro. Todo estuvo claro desde el vamos. Pero que me resigne no incluye que te mienta. Y esto que yo, ombligo, dejo en ti, oído, es para que alguna vez te zumbe y al menos te preguntes qué será ese zumbido…«

(Vaivén, Mario Benedetti)

Read Full Post »