Esto no es China: no esperemos órdenes. Y tampoco somos chinos: no esperemos que la interacción social, tan latina, decrezca de manera espontánea. La única forma de frenar la curva de infecciones del coronavirus, evitar el colapso del sistema sanitario y limitar el número de muertes (de los más vulnerables) es reduciendo las interacciones sociales al máximo, y esa es una responsabilidad individual. Así de sencillo. Así de complicado.
Desde hace varios días estoy devorando, en silencio, las fuentes científicas más fiables con respecto a la expansión del coronavirus, y aunque soy poco dado a las encíclicas, jamás me uno a las cadenas de mensajes tontorrones y no suelo prodigarme en los grupos de Whatsapp, hoy he creído necesario, indispensable, asomarme a las redes sociales y a este blog para recomendaros que limitéis los viajes y las interacciones sociales al máximo. Aplazad excursiones, fiestas, cenas de amigos, presentaciones de libros, conferencias, teatro, cine, clases de baile, bodas,… qué se yo. Esto no es China: no esperemos órdenes. Hay que actuar desde lo individual sin esperar a que las administraciones, demasiado lentas, demasiado temerosas, nos digan lo que tenemos que hacer. No os avergoncéis de tomar este tipo de decisiones, al contrario, defendedlas como un acto de generosidad, de responsabilidad, de civismo.
Seguro que me están leyendo personas que trabajan en el sector sanitario y también personas con formación científica. Ambos colectivos si no saben ya lo que voy a contar (que es lo más seguro) lo van a entender rápido. Y para el resto (yo incluido) os recomiendo la lectura de un artículo, sólo un artículo. No hace falta saber inglés, con un buen traductor en línea podéis descifrarlo. Hay muchos artículos circulando por las redes pero este, creo, es muy claro, repleto de evidencias científicas actualizadas y en un lenguaje asequible: Coronavirus: Why you must act now
El problema no es que enfermemos nosotros. En este nosotros quiero pensar que predominan las personas jóvenes y sanas, y, por tanto, la probabilidad de una infección problemática es muy baja, y digo problemática porque seguramente algun@ de nosotros ya está infectad@, aunque sea de manera asintomática. El problema, el verdadero problema, es que nos convirtamos en transmisores del virus y alimentemos su progresión, haciendo que gane velocidad y altura la curva de la pandemia.
Como explica el autor del artículo, tomar estas decisiones nos expone al cachondeo de los demás, al miedo al ridículo, a las acusaciones de alarmismo (sobre todo en sociedades latinas) pero, como también explica el autor (y subraya con evidencias científicas irrefutables), el efecto de estas acciones, o de la inacción, se mide en grandes números (las progresiones exponenciales rebasan nuestra capacidad de entendimiento) y se calcula en días, en horas. Echadle un vistazo al artículo y a lo mejor ya no os parece tan ridículo o exagerado reducir al máximo los viajes y la interacción social durante unos días, y tomar, además, esta decisión ya, de inmediato. Comprobad qué pasó durante la pandemia de gripe de 1918 en las ciudades que limitaron las interacciones sociales de manera rápida y efectiva y las que relajaron esas medidas. Comprobad qué ha pasado en Italia, o en China, o en Corea del Sur. Mirad los números (de fuentes oficiales, rigurosas). Mirad el efecto de las acciones que se han ido tomando y su validez en función del tiempo de respuesta. Comprobad las curvas de mortalidad y la presión sobre el sistema sanitario.
“Durante las próximas semanas, no dar la mano a alguien no será una falta de educación, sino un signo de responsabilidad cívica. Cada beso en la mejilla a nuestra amiga puede convertirse, de rebote, en el beso de la muerte para su anciana madre”. El párrafo no lo han escrito dos piraos alarmistas, dos indocumentados: lo firman en el diario EL PAÍS Miguel A. Hernán, epidemiólogo de la Universidad de Harvard (EE UU), y Santiago Moreno, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid.
Perdonad este alegato pero creo que la situación obliga a usar todos los medios de comunicación a nuestro alcance para pedir responsabilidad individual, civismo, sentido de ciudadanía, que son, en estas circunstancias, herramientas mucho más poderosas que la acción gubernamental para frenar la pandemia, reducir la curva de infectados y dar así tiempo al sistema sanitario para actuar sin colapsar. Tenemos un sistema sanitario muy robusto, envidiable frente al de otros países, con un personal cualificado y comprometido, y protegerlo en estas circunstancias no es sólo una cuestión de cuidado e inversiones (que también) sino de responsabilidad individual (insisto). Frenar nuestra vida social sirve para proteger nuestros hospitales y a su personal. Es así de sencillo.
Y que conste que este esfuerzo de civismo no significa despreciar las acciones de las diferentes administraciones, indispensables sobre todo por su enorme capacidad para generar conocimiento fiable, coordinar información y esfuerzos, tomar decisiones ejecutivas que se extienden a todos los órdenes, y organizar recursos de manera equitativa. Pero no esperemos órdenes, no nos sentemos a esperar que nos digan lo que tenemos que hacer. Esto no es China.
No difundir bulos también forma parte de esta responsabilidad individual. Usemos el enorme potencial de las redes sociales (además de para compartir chistes, porque el humor es buena medicina) para organizarnos como sociedad responsable. Nada de alarmismo ni de pánico, todo lo contrario: serenidad y confianza en la ciencia, en el sistema sanitario, en las administraciones, pero, sobre todo, en el enorme potencial de una sociedad organizada, cooperativa y responsable.
PD: Si os parece que este alegato es fiable, oportuno y necesario… compartidlo en vuestras redes, en vuestros círculos, en vuestra casa.
“En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos”.
(Este texto, que circula por las redes, se lo atribuyen a un psicólogo italiano, F. Morelli. No he podido contrastar la fuente pero, en cualquier caso, la reflexión, sea o no del tal Morelli, me parece oportunísima).