
No sólo la ley de la gravedad es incuestionable y se cumple a rajatabla. También estamos sometidos al fatídico orden que dictan las
leyes fundamentales de la estupidez humana. En estos días de zozobra, en estos meses de incertidumbre, conviene recordar la formulación que sobre la tontuna que nos invade hizo el economista italiano Carlo M. Cipolla en 1988. Sí, ya se que con ese nombre todo esto suena a coña marinera, pero Cipolla, además de arrastrar un apellido que le hubiera impedido prosperar en una universidad de habla hispana, fue un tipo lúcido, capaz de aplicar el método científico al patatal en el que ha devenido la civilización.
De forma muy resumida las leyes fundamentales de la estupidez humana son:
1.- Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación.
2.- La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
3.- Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
4.- Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
5.- La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Si los estúpidos han estado presentes, más o menos en la misma proporción, a lo largo de la historia y en todo tipo de escenarios, ¿por qué unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Cipolla tiene la respuesta: «Depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos».
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