
Ilustración de Lucía Serrano Guerrero (http://kukadellumm.blogspot.com.es/)
El 27 de marzo de 1977, pocos días después de que Televisión Española emitiera el famoso capítulo que Félix Rodríguez de la Fuente dedicó al lobo, El País publicó un curioso artículo firmado por el conde de Montarco (*). El aristócrata mostraba su indignación por el favorable trato que esta “fiera carnicera” había recibido. Y añadía: “Los campesinos españoles piensan, después de haber presenciado esa desdichada emisión en RTVE, que el que no conoce el campo es el señor Rodríguez de la Fuente, ya que no existe ningún pastor que no lleve perro, y si hace su aparición el lobo, juntos atacan a la fiera, el uno con sus colmillos y el otro con su garrota”.
Aquel documental provocó una encendida polémica entre los defensores del depredador y los que pensaban que el lobo sólo merecía ser perseguido hasta el exterminio. Un debate que, a pesar de los años transcurridos y los avances que se han manifestado en la sensibilidad ambiental de la población, no está ni mucho menos resuelto.
Y este, además, no es un fenómeno exclusivo de España, ya que también se revela en otros muchos países. Cuando en 1993 el gobierno federal norteamericano sacó a información pública el borrador del plan de reintroducción del lobo en el Parque Nacional de Yellowstone, el proyecto recibió más de 160.000 alegaciones, una cifra asombrosa, que no se había alcanzado con anterioridad ni siquiera cuando se exponían proyectos de mayor trascendencia para los ciudadanos. Las alegaciones se dividían en dos grandes grupos: los que consideraban que el lobo no estaba suficientemente protegido, y los que defendían que en ningún caso debía reintroducirse.
Y cuando las emociones nublan la razón… aparecen los oportunistas. Me lo contó, hace ya más de veinte años, Carlos Vilá, uno de los biólogos encargados entonces de estudiar la dramática situación del lobo en España: «No es raro que a los políticos les de miedo poner en marcha campañas en defensa del lobo. Este es un animal conflictivo, que despierta autenticas pasiones y contra el que aún se generan graves reacciones populares».
La situación no ha cambiado mucho, y hoy algunos políticos siguen aprovechándose de esas pasiones que, con frecuencia, se alimentan de mitos y falsedades. En la imaginación popular pesan mucho los cuentos de lobos. Curiosamente, países en los que este animal fue finalmente exterminado, como Alemania o Austria, es en donde más negativa aparece su imagen, y así se ha transmitido a canciones o relatos. En España, según Vilá, la persecución del lobo ha despertado, a veces, incluso compasión, «y en esto ha tenido mucho que ver Félix Rodríguez de la Fuente». Los que no lo consideran un monstruo, solo ven «a un animal serio, con una cierta dignidad».
Los bulos que suelen correr en torno al lobo dan idea del temor que este animal aún suscita en algunas comarcas a pesar de su escaso número. En más de una ocasión, como ocurrió en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén), poblaciones reacias a quedar incluidas en un espacio protegido utilizaron el fantasma del lobo, asegurando que ejemplares de esta especie iban a ser soltados por la Administración de forma indiscriminada. Incluso había quien aseguraba que los encargados de efectuar esta curiosa «reintroducción» eran los helicópteros que habitualmente participan en labores de vigilancia y extinción de incendios.
No faltan, incluso, las anécdotas que rozan el surrealismo, como la que me relató Carlos Vilá: «En nuestros estudios solemos colocar un collar con radiotransmisor a los lobos que capturamos, para poder seguir sus evoluciones. Pero para algunos lugareños lo que nosotros realmente hacíamos era teledirigir a los lobos para que atacaran a los rebaños, como si fueran robots».
(*) Al citado artículo ya le dediqué un post: https://elgatoeneljazmin.wordpress.com/2011/02/24/los-lobos-de-felix-o-un-conde-a-garrotazos/.