
Me gustan los años repletos de encrucijadas, de escaleras que no sabes si son para subir o para bajar, de puertas entreabiertas, de citas… No se si esta foto la hice subiendo o bajando las escaleras de Shakespeare & Co., en París, el pasado 13 de diciembre al anochecer. Pero, ¿qué más da si subía o bajaba? Lo que me gusta es la cita (del poeta sufí Hafez de Shiraz) que esconden los peldaños, te lleven al cielo o al infierno: «I wish I could show you, when you are lonely or in darkness, the astonishing light of your own being» («Quisiera poder mostrarte, cuando te sientas solo o en la oscuridad, la asombrosa luz de tu propio ser») – Foto: José María Montero.
No se si llamarlo balance o exorcismo. Se acaba el mes de enero y lanzo la última mirada al retrovisor. Allí, a lo lejos, todavía se adivinan las luces (y las sombras) del año que se fué. Todavía las reconozco y me reconozco en ellas. En unos días pasarán al archivo de los recuerdos; en pocos meses me resultará difícil describir de memoria aquellos días felices o las jornadas más tristes; bastará un lustro para nombrarlo como un año más y reducir sus 8.760 horas a unos minutos de conversación intrascendente.
Todavía lo reconozco y me reconozco, gracias a este blog, en ese 2015 que se marchó y del que he decidido disecar quince párrafos, quince pájaros que ya no cantan pero que aquí exhiben, en pose inmortal, sus alas multicolor, aunque ya no sirvan para viajar a ningún sitio.
El verbo vuela pero lo escrito permanece…
Anotaciones al margen / sábado, 24 de enero de 2015
En esos esquemas garabateados hay muchas ideas, las que quiero exponer, y también muchos sentimientos que no expongo, pero que necesito sentir cerca, con la evidencia que proporciona la palabra escrita. (…) Al fin y al cabo, la vida está llena de anotaciones al margen…
Let it be / viernes, 18 de marzo de 2015
No hay soluciones milagrosas y los dogmas de poco sirven frente a las sorpresas que nos regala la vida (si estamos dispuestos a aceptarlas), así es que, con frecuencia, lo mejor es dejar que las cosas sean… como tengan que ser. Y disfrutar de esa flexibilidad que tanto se parece al asombro, incondicional, con el que los niños viven lo cotidiano y lo extraordinario.
Sueño con torrijas / jueves, 2 de abril de 2015
Liberada de ataduras, sin filtros que atemperen sus desmanes ni sordinas que dulcifiquen sus estridencias, la mente, esa gran fábrica de ideas, hace de la noche el patio de su recreo. A veces saca a pasear a los fantasmas y se empeña en revisar, uno a uno, todos los miedos que andábamos ocultando, y otras se entretiene jugando con recuerdos, dulces, que ya habíamos olvidado, o con proyectos, apetecibles o absurdos, que nunca llevamos a cabo.
Guerras perdidas, cenizas en el aire / jueves, 28 de mayo de 2015
Desde que escuché aquella primera canción de Tequila la música de Ariel Rot forma parte de la banda sonora de mi vida, hasta el punto de que hay recuerdos que no existirían, o se habrían extinguido, si sus acordes y su voz no les hubieran imprimido sentido y eternidad. (…) El del viernes no fue un concierto extraordinario, es cierto, pero la noche fue bonita y la celebramos con la felicidad de siempre, la que nos viene acompañando desde aquel Madrid de los ochenta y a la que no pensamos renunciar mientras tengamos amig@s que la alimenten con sus sonrisas y esparzan las cenizas, todas las cenizas, en el aire de la madrugada.
El lenguaje (oculto) de las ciudades / martes, 9 de junio de 2015
En la urbe más deshumanizada los escaparates hablan, en un delicioso francés, de amor, de placer, de pasión… y reservan el inglés para la locura. En los viejos muros de un puente, oculta entre yedras, está ella ; y en la parada del tranvía se reivindica la libertad. La vida es breve, nos recuerda el fragmento luminoso de un anuncio que nos vende algo innecesario. ¿Mejor? nos interroga la valla que oculta un triste solar. Hay belleza, y hay magia, y hay sueños…
Tartar de atún rojo / sábado, 18 de julio de 2015
La cocina es generosidad y abundancia, por eso no entiendo a los que practican una cocina de estrechuras en la que cualquier ingrediente se juzga, en su dosis o cantidad, como excesivo. Desconfío, no puedo evitarlo, de aquellos que nos escatiman los placeres y miden, con estricta severidad, las porciones de felicidad que vamos a consumir. Los miro como el que teme al rancio moralista que juzga lo que es bueno o malo y, en consecuencia, dicta condena y establece la penitencia exacta. Ni más, ni menos. Una forma de cocinar ridícula que traiciona la misma esencia de la cocina que no es sino la búsqueda del placer a través de los alimentos.
Las pistas que cacé con mi rotulador verde (letras de verano) / sábado, 1 de agosto de 2015
¿Quién dijo que escribir es difícil? A veces lo que más cuesta es no escribir, y quizá esa obligada contención, a la que me estoy entregando este verano casi como un sacerdocio, es la que explica la necesidad desmedida de leer, y leer, y leer… y releer. Si no puedo explicarme, al menos que sean otros los que se expliquen, y me lo cuenten, en silencio, al borde del mar, en el porche que mira al jardín o entre los pliegues de la almohada (bien pasada la medianoche). Las letras de este verano me quieren decir algo, pero no tengo ni idea de qué es lo que me quieren decir…
Si pero no (y viceversa) / domingo, 16 de agosto de 2015
“De él aprendí que, a menudo, la contradicción es el camino más diáfano para llegar a la verdad” (Patti Smith, Éramos unos niños)
Cada vez me gustan menos las certezas, cada vez creo menos en ellas, cada vez me producen más insatisfacción. Lo que lamento es no haber aprendido aún a dejar de perseguirlas porque, con el clásico proceder absurdo con el que acostumbramos a vivir, voy detrás de ellas aún sabiendo que no me van a procurar satisfacción y que, incluso, si me descuido, terminarán por hacerme daño. En demasiadas ocasiones me contemplo como esas mariposillas nocturnas que revolotean en torno a la farola del jardín, tomándola por el centro indiscutible del Universo, hasta que terminan por achicharrarse en la superficie ardiente de una simple bombilla.
Ven / viernes, 4 de septiembre de 2015
Me dijo “ven”. Posiblemente yo contesté “voy”.
Rendido, cubierto de salitre, con la piel quemada y los pies emborrizados en arena me escapaba del abrazo y corría a la destartalada DKW, con su toldo de rayas azules y grises bien estirado; y allí, donde mi madre pasaba el día con el pelo recogido, me refugiaba del miedo y del deseo. Hasta allí no llegaba el olor a algas, ni las olas me salpicaban la cara. Allí, debajo del toldo, la sombra sólo prometía rutina, dulce rutina, aburrida rutina de verano.
Hoy es 4 de septiembre, y aunque el calendario me contradiga es el final del verano…
Habla Louise / lunes, 28 de septiembre de 2015
Hay momentos en que la palabra es tan poderosa, hay tanta densidad en la frase con la que Louise habla del miedo o de la sublimación, que la voz se hace la dueña de la estancia y borra el llanto, lejano, de algún niño, el rumor de los visitantes, ajenos a este ritual, y hasta la respiración del pequeño grupo que rodea, que rodeamos, a Virginia y Elena. Un instante después, como en un vaivén, la tensión verbal se reduce y aparece la mirada. Ya no está perdida ni ensimismada. Ahora los ojos de Elena y Virginia buscan al espectador y cuando lo encuentran, cuando encuentran sus ojos, hay un chispazo de complicidad.
“Hoy día todo se reduce a un asunto de miradas y palabras, como se puede observar. Las miradas nos resultan bastante más importantes que las palabras. Las miradas no pueden engañar” (Miradas y palabras, Louise Bourgeois).
Mujeres luminosas / viernes, 2 de octubre de 2015
Me gustan las mujeres luminosas. Al cabo de los años admito que las busco de manera intencionada, las identifico entre la multitud y, finalmente, casi siempre, nos reconocemos (como sostenía Vinicius de Moraes). Pero no es menos cierto que el azar, caprichoso, también me regala encuentros fortuitos con mujeres que atesoran el carácter, el criterio y la determinación que tanto necesito para sostener mi vitalidad. Encuentros fugaces pero decisivos, porque en ellos pesa más el azar que la rutina, lo incierto que lo previsto.
Pensar, decir, hacer… / lunes, 12 de octubre de 2015
A diferencia de Uri Geller ni tu ni yo podemos cambiar nada con un simple pensamiento. Por más que pensemos y pensemos y pensemos… no hay acción. Ni doblamos cucharillas, ni detenemos el tictac de los relojes, ni nos deshacemos… Bastaría una caricia, el roce de un dedo, el aliento entrecortado agitando el vello de la nuca, una gota de sudor – o una lágrima- salpicando la mejilla, las manos entrelazadas… Qué se yo… Bastaría dar un paso, pequeño, que convirtiera el pensamiento en acción para que se produjera un cambio.
Pensar mucho, y no hacer nada, sólo conduce a la melancolía… Y la palabra, aunque poderosa, no es suficiente.
“Los pensamientos son las sombras de nuestros sentimientos” (Nietzsche)
Música homicida (un otoño Extremoduro) / domingo, 8 de noviembre de 2015
Música para disolver los recuerdos, para crear cortocircuitos en las sinapsis que codifican y almacenan las imágenes de aquello que pasó y ya no está, de aquello que sentimos y que ahora es vacío. No siempre la música es una herramienta para la evocación, o quizá por eso, porque tiene un enorme poder de evocación es por lo que se hacen necesarios elementos musicales cuya función es justamente la contraria: ayudar a olvidar. (…) Por eso mismo, porque nada es caprichoso en ese canto interior, es por lo que yo uso música para borrar recuerdos. No es algo consciente y, por tanto, no hay intención manifiesta, pero cuando un determinado tipo de música me domina con un grado de exclusividad desproporcionado sé que ha comenzado el exorcismo, reconozco a mi cerebro en el sano ejercicio de olvidar lo que debe ser olvidado para dejar así sitio a la sonrisa y el optimismo. Para dejar espacio al futuro.
En manos del destino / lunes, 21 de diciembre de 2015
Desperté en lugares desconocidos. Crucé bosques al anochecer. Me interné (sin miedo) en las tormentas, buscando un arcoiris. Canté en el coche, al otro lado de la frontera. Descubrí palabras ocultas en las calles de Barcelona, en los escaparates de Estrasburgo, en las azoteas de París, en los acantilados de Swanage, en las bodegas de Valladolid, en las cristaleras de Cádiz, en los portales de Madrid… Cociné, leí, escribí. Regalé. Sonreí. Lloré. Confesé lo que sentía. Escuché. Agarré trenes que me llevaron hasta Bourgeois y Munch. Me entregué a un chaparrón de madrugada. Amé. Descorché cientos de botellas de vino. Cité a Sacks, a Robe, a Patti, a Stevenson, a Benedetti, a Frida, a Catulo… Susurré. Acaricié. Desaparecí en una fiesta. Me hiciste madrugar. Me hiciste reir. Respiré. Volé. Dormí. Soñé.
No, no me he aburrido, pero, eso sí, me he pasado el año huyendo de los aburridos y de los salvapatrias, corriendo en la dirección contraria. Tratando de evitar a los desleales y a los egoístas que, disfrazados, te esperan en cualquier revuelta del camino como bandoleros. No tengo tiempo para ellos, ni para ellas, lo siento. La vida es corta y con personajes así se hace, además, pequeña, muy pequeña, e innecesariamente retorcida.
El espíritu de París / martes, 29 de diciembre de 2015
Sí, además de la fiesta del Players, apuramos los minutos en la capital francesa para perdernos por Le Marais, para visitar (en peregrinación) Shakespeare&Co., para cenar en algún rincón animado de Cour des Petites Écuries (¡gracias Pauline!), en una mesa bohemia de la Rue du Faubourg Saint Denis o en la brasserie más noctámbula de la Rue La Fayette (¡gracias Nieves!); para comprar vino en Nicolas y queso en el mercado navideño de Champs Elysées, para escuchar, en vivo, a Vanina de Franco en el 56 de la Rue Rivoli y a la Piaf en Concorde, para pasear de madrugada (perdidos y felices) buscando el Bulevard Montmartre, para compartir el dolor y el silencio en la Place de la République…
Tuvimos tiempo para comprobar que París no se rinde, para asegurarnos que el espíritu de esta ciudad, libre y luminosa, es más poderoso que el terror, que cualquier terror. Tuvimos tiempo de hacerle frente a la zozobra de un futuro incierto con la alegría que siempre te regala esta ciudad donde (casi) todo es posible. Tuvimos tiempo de vivir y de soñar…
PD: Hoy es 24 de enero y, por tanto, la Tierra, como en aquel pequeño vals, ha dado una vuelta completa alrededor del Sol para dejarme exactamente en el mismo lugar. ¿Somos nosotros los que, de manera mansa e imperceptible, volvemos al punto de partida, una y otra vez, o es el universo entero el que gira para regalarnos una segunda oportunidad? Convencidos de que el curso del tiempo es lineal e irreversible no admitimos esos misteriosos bucles a los que tanto esfuerzo dedican poetas y físicos, emparejados, aunque resulte extraño, en la búsqueda de una explicación a esa paradoja que traiciona los relojes, los calendarios y las agendas.
Vuelvo al mismo lugar pero… ya no soy el mismo.
“Cada tictac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella cada intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda…” (Frida Kahlo)