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Mancha de pinos en Chipiona (Cádiz)

El triángulo Rota-Sanlúcar de Barrameda-Chipiona dispone desde hace algún tiempo de una tupida red de carriles-bici y caminos naturales (según la curiosa denominación ministerial) que permiten recorrer estas tierras gaditanas, en las que paso unos días de vacaciones, sin recurrir al coche. Algunas de estas vías, como suele ser habitual, han sido diseñadas de manera absurda y peligrosa, de manera que comienzan en mitad de la nada o terminan en un arcén perdido, pero en general hay que admitir que brindan la oportunidad de tirar de bicicleta y descubrir algunos de los secretos naturales que se esconden más allá del ruido, la prisa y el asfalto. Retazos de los antiguos pinares que tapizaban el litoral, lagunas olvidadas, viñedos centenarios, dunas alejadas del bullicio, bosques-isla que adornan extensos campos de cultivo…

Estas últimas formaciones son características de la campiña gaditana y a ellas dedicaron hace algunos años un completo estudio Abelardo Aparicio y Carola Pérez (Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Sevilla) y Guillermo Ceballos (Departamento de Botánica y Recursos Forestales de la Universidad de Gales).

A comienzos del siglo XX la extensa campiña gaditana actuaba como un espacio frontera entre los terrenos agrícolas del occidente y los forestales de la sierra. Las zonas cultivadas se mezclaban con densas manchas de vegetación silvestre, en las que abundaban encinas, alcornoques, acebuches, pinos, lentiscos o palmitos. Alrededor de 1920 este tipo de formaciones,  poco humanizadas, ocupaban casi la cuarta parte de esta comarca gaditana.

La agricultura fue devorando, poco a poco, estos terrenos naturales, y lo que era un mosaico,  en el que se alternaban de manera armónica cultivos y bosques, se convirtió en un espacio monótono. En las áreas centrales de la provincia, y tan sólo en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo, los desmontes originaron la desaparición de unas 19.000 hectáreas forestales. La campiña perdía así gran parte de sus valores ecológicos, pero no todos.

A pesar de la intensa presión a la que ha estado sometida, esta comarca gaditana conserva aún pequeños reductos de aquellos primitivos bosques, oasis de naturaleza que han sobrevivido a cultivos, carreteras o urbanizaciones. Los autores de aquel estudio llegaron a identificar casi 300 bosquetes, riberas y linderos que albergan una rica biodiversidad y que, además, actúan como corredores ecológicos, pasillos que facilitan la conexión entre diferentes espacios protegidos. Quizá sean demasiados para visitarlos en bici, pero algunos de ellos sí que están a unas cuantas pedaladas.

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