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Posts Tagged ‘Rio de Janeiro’

Lo compré en una diminuta tienda de discos donde el dependiente se tomó todo el tiempo del mundo para aconsejarme. Yo acarreaba el convencimiento de algunas voces que conocía y amaba (Maria Bethania, Astrud Gilberto, Vinicius de Moraes, Toquinho, Caetano Veloso, Gal Costa, Gilberto Gil…), pero aquel mulato que rebuscaba entre montañas de Cds sin perder la sonrisa me puso en la mano un disco de Marisa Monte y me convenció para que, además de los clásicos, escuchara a aquella morena que parecía una versión actualizada de Carmen Miranda (South American Way…).

Como anoté la fecha en la carátula se que aquel disco lo compré un lunes 15 de junio de 1992, en Río de Janeiro, justo cuando había terminado la Cumbre de la Tierra en la que estuve trabajando como periodista ambiental (enviado especial de la  FORTA, experiencia que ya he relatado en este blog: https://elgatoeneljazmin.wordpress.com/2011/12/14/riomenos20-los-mercados-ensenan-los-dientes/).

Así es que desde el mismísimo Brasil me traje a Marisa Monte, sin saber que, pocas semanas después, cuando ya me había enamorado, tendría la suerte de escucharla en vivo en el auditorio del Pabellón Plaza de América, en la Expo92 de Sevilla.

Veinte años después tengo a Marisa Monte entre mis clásicos brasileños (tal y como me anunció aquel mulato), y un tema de ese disco que viajó desde Río  se escucha en casa con auténtica veneración, porque nos trae recuerdos en los que habitan amigos, muy queridos, que ya no están con nosotros.

“Preciso Me Encontrar” es obra de Antonio Candeia, uno de los grandes compositores brasileños de mediados del XX, con una letra sencilla pero maravillosa.  Y la voz, casi desnuda, es la de una jovencísima Marisa Monte que prefiere reír a llorar… justo lo que ahora estamos necesitando.

 

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Los que seguís este blog sabéis que me gusta tirar de hemeroteca, acudir a ese archivo en el que los periodistas almacenamos viejas historias que un día se vuelven de nuevo oportunas.

Tras el fracaso de la cumbre de Durban comienzan las especulaciones en torno a Rio+20. ¿La última oportunidad?

En 1992 tuve la fortuna de contarme entre los pocos periodistas españoles que cubrimos la Cumbre de la Tierra y por eso conservo algunos recortes de los periódicos que entonces se editaron en la ciudad brasileña para informar, exclusivamente y día a día, de las negociaciones, las actividades del Foro Global (la cumbre alternativa) y todo tipo de iniciativas, incidentes y anécdotas relacionadas con el encuentro (aunque ahora nos resulte extraño no disponíamos de Internet, ni de teléfonos móviles, así es que el papel-prensa seguía siendo nuestra fuente imprescindible).

Los diarios “Earth Summit Times” y “Terra Viva” recogían el pulso de la Cumbre de la Tierra y, curiosamente, en uno de ellos, encuentro hoy, casi 20 años después, el anuncio de la que se nos venía encima. Bush (padre), que apareció en la Cumbre a última hora, relata, con absoluta precisión y descaro, cómo el poder de las grandes corporaciones, del famoso mercado, está por encima de los Estados y de los intereses que estos representan (los de los ciudadanos, ¿no?). Así lo expuso entonces, a propósito de su negativa a suscribir el Convenio sobre Biodiversidad, y dos décadas después estamos… donde estamos:

“No puedo dejarme llevar por los extremistas del medio ambiente. No puedo suscribir acuerdos que ponen en peligro puestos de trabajo en EEUU, impiden el desarrollo de la biotecnología y socavan el principio de la propiedad intelectual”

En realidad, el entonces presidente norteamericano trataba de ganarse las simpatías de las todopoderosas multinacionales, entre ellas las farmacéuticas, que no veían con buenos ojos las limitaciones que a sus actividades en el Tercer Mundo imponía el convenio.

Por primera vez, al menos en lo que se refería a tratados internacionales sobre medio ambiente, un grupo notable de países se mostraba dispuesto a discutir uno de los principios sagrados del imperio, injusto pero intocable. El sector privado de los países industrializados ha tenido acceso, desde tiempos inmemoriales, a cualquier recurso biológico en territorios del Tercer Mundo, al considerar que éstos eran «patrimonio común de la humanidad». Sin embargo, la tecnología necesaria para explotar esos mismos recursos, también en manos de los países ricos, sí que ha merecido todo tipo de protecciones, organizadas en torno a un complejo y eficiente sistema de derechos de propiedad intelectual.

¿Cómo era posible que en Río se pusiera en cuestión este sacramento? ¿Quién ganó el pulso? ¿Quién lo ganará en Rio + 20?

Continuará…

 

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