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Desde el escenario, cuando dos mil personas te contemplan en silencio, el Liceu impresiona, pero hay cosas más impresionantes…

Como me crié entre las bambalinas del Teatro Góngora esa tramoya en penumbra, desde la que, sin arriesgar, se atisban los focos y el murmullo del público, me resulta un espacio cálido y familiar. Otra cosa distinta es saltar al escenario y verse expuesto a focos y a público. Sentir la descarga de adrenalina que antecede a las grandes ocasiones, esas en las que se mezclan el miedo y la felicidad. El reloj se espesa, el sonido se va acolchando y tres zancadas después se hace el silencio, un silencio que no conviene romper de manera atropellada, un silencio que hay que disfrutar.

El Gran Teatre del Liceu impresiona. Impresiona desde el patio de butacas así es que imaginaros lo que es subir al escenario, plantarse, en soledad y sin la barrera de confianza de un atril, ante más de 2.000 personas y disfrutar de esos dos o tres segundos de silencio antes de decir lo que uno ha venido a decir, lo que, quizá, nadie haya dicho antes en ese escenario.

Junto a mí, dándome el calor imprescindible, una representación de los muchos profesionales que hacen posible «Tierra y Mar» (Esther, Nuria, Susana, Abraham, Sol…) y el propio director general de la Radio Televisión de Andalucía (RTVA), Juan Manuel Mellado, ocupando, por voluntad propia, un discreto segundo plano que le honra.

«Impresiona el Liceu. Impresiona mucho, pero os aseguro que impresiona más una levantá de atunes rojos en una almadraba de Cádiz, o un amanecer en el Cerro de los Ánsares, en el corazón de Doñana; y aún impresionando más, allí no llegan los focos, allí casi nunca llegan las cámaras y nunca llegan los aplausos. Ese es nuestro escenario natural, esa es la redacción de Tierra y Mar, esos son los rincones a los que acudimos todas las semanas buscando historias sencillas, de gente discreta, que nos habla de una Andalucía que trabaja y que innova «. Después de disfrutar ese par de segundos de silencio sobrecogedor, así comenzaron mis palabras de agradecimiento en el Gran Teatre del Liceu la noche del 14 de noviembre de 2019, cuando recogí el Premio ONDAS otorgado al programa «Tierra y Mar» (Canal Sur Televisión), el primer ONDAS en la historia de la televisión pública andaluza (nacida en 1989) concedido a un programa informativo de producción propia, el primero en la historia de los premios ONDAS otorgado a un programa informativo dedicado al sector primario y al periodismo ambiental.

Hablando con acento andaluz en donde no siempre se aprecia el acento andaluz.

Andalucía en el corazón de Cataluña. Barbate en Barcelona. Doñana en Las Ramblas. Atunes rojos en el Liceu. Las historias sencillas de la gente del sur ocupando butaca junto a David Broncano, Carlos Herrera, Rosalía, Jordi Évole, Candela Peña, Rosa María Calaf, Pepa Bueno, Carlos Alsina o Andreu Buenafuente.

En el escenario del Liceu hubo espacio, aquella noche, para un periodismo amable (que no complaciente), un periodismo austero (por obligación y también por convicción), un periodismo con acento andaluz en donde no siempre se aprecia el acento andaluz.

Si no existiera la Radio Televisión de Andalucía, ¿quién nos otorgaría la posibilidad de hacernos visibles en el torbellino de las grandes cadenas nacionales e internacionales? ¿Quién se ocuparía de los grandes titulares pero también se acercaría a las pequeñas historias? ¿Quién sabría interpretar las claves de la cultura andaluza, sus señas de identidad? ¿Quiénes serían los traductores, a escala doméstica, de los grandes desafíos -pandemia, cambio climático, inmigración, crisis económica, política europea…-? ¿Qué televisión en España mantiene en antena un informativo del sector primario desde hace más de 30 años, y un informativo de medio ambiente desde 1998? ¿Quién saca el acento andaluz de las comedias para colocarlo en los informativos? ¿Quién habla del sur?

Es cierto que todas estas virtudes no siempre se expresan con la luminosidad necesaria, y hay sombras que hacen muy difícil el ejercicio de un periodismo digno y riguroso. Resulta triste comprobar, en nuestro día a día, cómo muchas personas se sorprenden al ver el resultado de nuestro trabajo y nos confiesan que no se esperaban el cuidado, el conocimiento, la ecuanimidad, la empatía… con que nos hemos acercado a una realidad compleja para intentar explicarla de manera honesta. Llamar «periodismo» a lo que sólo es desconcierto y bulla, a la información que se construye con artificio, morbo, suposiciones y espectáculo, es ensuciar esta profesión y confundir a los ciudadanos hasta convencerlos de nuestra intrascendencia, de nuestra inutilidad.

La situación de la Radio Televisión de Andalucía es ciertamente compleja, muy delicada. Pero bajo el oleaje y el ruido, con demasiada frecuencia interesados, hay un territorio discreto en donde trabajan muchos profesionales honestos, responsables y conciliadores; profesionales ajenos a otros intereses que no sean los del servicio público y preocupados, muy preocupados, por el manoseo político y los recortes, injustos, que sólo nos conducen al precipicio.

Antes que juzgar el periodismo busca entender, y para eso requiere reposo, conocimiento, contención y rigor. Se nos olvida que informar, in-formar, es dar forma y, por tanto, explicar, interpretar, y en ese esfuerzo hay que acercarse a los ciudadanos con calma y empatía. Y escuchar. Por eso necesitamos una mirada profesional abierta, democrática y conciliadora.

No tuve que contarlo en ningún sitio ajeno a mi propia empresa, a la que, por cierto, llegué superando una oposición libre en 1989, porque el texto donde tuve oportunidad de explicar mi manera de entender este trabajo, el trabajo de un periodista ambiental en una televisión pública, me lo pidieron los compañeros de nuestra página web con motivo de la concesión del ONDAS. Quiero creer que en ese texto muestro, con sinceridad, cómo entiendo yo el periodismo; cuál es, a mi juicio, el sentido de una televisión pública; por qué perdemos credibilidad ante nuestros espectadores; qué valor tiene el trabajo en equipo. Así es como miro a Andalucía desde mi oficio. Así es como defiendo lo que, siendo obvio, tenemos que seguir defendiendo todos los días, y ahora más que nunca (1).

Me pude permitir hablar de atunes en el Liceu porque la televisión andaluza, una televisión pública, atiende, más allá de los grandes titulares, a lo que ocurre en una almadraba de Barbate, en una pequeña cofradía de pescadores, en la diminuta embarcación de un arráez. Mirar, escuchar y contar, explicar lo que ocurre cerca, muy cerca, tan cerca que a veces no podemos distinguirlo de lo que somos nosotros mismos. Identidad sin soberbia. Una identidad que tiene que ver con el asombro y no con el horror; con el respeto y no con la imposición; con la convivencia y no con el egoísmo. Nuestra identidad, la de Andalucía, la del Periodismo.

(1) Nota al pie: El pasado jueves, 3 de diciembre, creí necesario volver a explicarme, esta vez en las redes sociales, porque la situación de la RTVA origina no pocas confusiones en la opinión pública y algún que otro malentendido entre compañeros. Hoy, dos días después, los tuits que remiten a aquel artículo que escribí en la web de Canal Sur suman más de 31.000 impresiones y, lo que para mí es mucho más importante, han servido para que muchos colegas de profesión, científicos, ambientalistas, ONGs, educadores, universidades, medios de comunicación… enriquezcan con sus propias reflexiones este debate. Seguro que me olvido de alguien, pero hasta este momento, y entre otros, han señalado estos mensajes, y en algunos casos se han sumado a este diálogo virtual en torno a los principios del buen periodismo en una televisión pública, Javier Valenzuela (Asociación de Periodistas de Información Ambiental APIA), Nuria Castaño (periodista), Nino Sanz (biólogo), María García (APIA), Carlos González Vallecillo (biólogo y comunicador), Toni Calvo (Asociación Española de Comunicación Científica AECC), Isabel Morillo (El Confidencial), José Sierra (periodista), Regenera Hub, WWF, María Antonia Castro (APIA), Félix Tena (À Punt), Jesús Soria (SER Consumidores), Isabel Gómez (RTVA), Red Ecofeminista, Elia Valladares (RTVA), Pilar Marín (Oceana), Sostenibilidad a Medida, Juanjo Amate (ambientólogo), Pilar Ortega (RTVA), El blog de la lincesa, José Manuel García (periodista), David F. Caldera (Diputación de Granada), Raúl de Tapia (Fundación Tormes), Joaquín Tintoré (CSIC), Clara Aurrecoechea (RTVA), María José Montesinos (RNE Aragón), Medio Ambiente y Ciencia CYTlab, Roberto Ruiz Robles(Instituto Superior del Medio Ambiente), Álex Fernández Muerza (Universidad de País Vasco), Rafa Ruiz (El Asombrario), Life Invasaqua, AMA KD301 (Agente de Medio Ambiente), Dani Rodrigo (Universidad de Sevilla), Hombre y Territorio, César Javier Palacios (periodista 20 Minutos), Life Watercool, Rosa M. Tristán  (Laboratorio para Sapiens), Arturo Larena (EfeVerde), Plataforma en Defensa de la RTVA, Vega Asensio (ilustradora científica), Pepelu Ramos (RTVA), Carlos Centeno (Universidad de Granada), Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), Ángel Torcuato (ADM), Asociación Naturalista de Yuncos, Agencia Nodos, Luis Guijarro (APIA), Antonio Rivero (Grayling España), Fidel del Campo (RTVA), Agrupación de Trabajadores de Canal Sur, Joaquín Araujo (escritor y naturalista), Maite Mercado (Universidad CEU y Diario Levante), Rosa Llacer (Descubre Comunicación), Ignacio Bayo (Divulga), Alejandro Caballero (Informe Semanal TVE), Diego Muñoz, Esther Lazo (RTVA), Juan Armenteros (RTVA), Bienvenido León (Universidad de Navarra), José Antonio Montero (Revista Quercus), Fernando Valladares (CSIC), Miguel Ángel Ruiz (La Verdad, Murcia), Guillermo Prudencio (WWF), Eva Rodríguez (Agencia SINC), Región de Murcia Limpia, José Luis Gallego (naturalista y escritor, Onda Cero), Pau Ivars (periodista), Eva González (Europa Press), Mónica Salomone (periodista de ciencia), Jesús Soria (SER Consumidor), Feria de la Ciencia, Greenteam Spain, EcoInfluencer, Astrid Vargas (Commonland), CDOverde (Creadores de Opinión Verdes, EfeVerde), Gemma Teso (Universidad Complutense), Antonio Cerrillo (La Vanguardia), Benigno Varillas (periodista y naturalista), Piluca Nuñez (Asociación Empresarial Eólica), Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad (Universidad Pompeu Fabra), Josechu Ferreras (Argos y Feria de la Ciencia), Carmen Lumbierres (politóloga), Pepe Verón (SER Aragon, Universidad San Jorge), César Colunga (Universidad Autónoma de Querétaro), Cristina Monge (politóloga, ECODES), Óscar Menéndez (Explora Proyectos), Rosa M. Cantón (ambientóloga), Cristina Mata Estacio (Universidad Autónoma de Madrid), Vicent Devís (À Punt), Victoria Mendizábal (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina), Pepe Damián Ruiz (Universidad de Málaga), Jorge Velarde (biólogo), Gerardo Pedrós (Universidad de Córdoba), Carmen Elías (RTVA), Judit Alonso (DW Español), María José Gómez-Biedma (RTVA), Marta Villar (CEU San Pablo Madrid), Jorge Velarde (biólogo), Paco García (SECEM), Rosa Pradas (APIA), Juan Matutano (educador ambiental), Jose M. López de Cózar (APIA), Leo Zurita (realizadora), Mangas Verdes Radio, Teresa Palacio (periodista), José Carlos Guerrero (Universidad de la República, Uruguay), Álvaro Rodríguez( Climate Reality Spain), Alfredo Batlencia (Verdemar), Izan Guerrero (periodista), Mar Verdejo (paisajista), Juan María Calvo (periodista), Facultad de Comunicación (Universidad San Jorge), Sita Méndez (AECC), Rubén Casas (wildlife filmmaker), Araceli Caballero (periodista), José A. García (Universidad Miguel Hernández), Maria Josep Picó (Universitat Jaume I), Alejandro Guelfo (Mis Peces), Geoparque de Sobrarbe, Manuel Colón (Universidad de Cádiz), Mercedes de Pablos (periodista), Teresa Cruz (Fundación Descubre), María Ruiz (RTVA), Belén Torres (RTVA), Héctor Márquez (periodista, Aula Savia), Felipe Molina (biólogo y ganadero)… y la lista sigue creciendo.

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AR.3

Los que hacen equilibrismos al borde del abismo son Charly y Arturo. Yo, con mi vértigo a cuestas, me mantengo en un discreto segundo plano…

 

Nunca entendí como podían llamar “microcentro” a un barrio que suma más de 60 manzanas y en el que trabajan a diario unos 4 millones de personas, pero Buenos Aires es así y se recrea en su desmesura. Nos tuvimos que subir a la azotea de un rascacielos del microcentro para poder abarcar la infinita trama urbana de la capital porteña porque con ella, como contraste a la desolación de la Pampa o el desierto patagónico, queríamos que comenzara el primer capítulo (Las alas de la Pampa) de la serie documental que en abril de 2007 rodamos en tierras argentinas. Tocando el cielo me acompañan Arturo Jiménez (operador de cámara) y Charli Guiard (realizador).

Es contagiosa la vitalidad de esta ciudad que ha experimentado uno de los procesos de urbanización más poderosos de todo el continente americano. A mediados del siglo XIX Buenos Aires apenas sumaba 90.000 habitantes y tan sólo 50 años después ya rebasaba el millón de pobladores. Hoy concentra casi el 40 % de toda la población argentina, cerca de 14 millones de personas repartidas en más de 12.000 manzanas y alrededor de 3.000 calles.

Sin límites ni accidentes geográficos que nos permitan estructurar este paisaje urbano, podemos tomar como referencia las kilométricas avenidas que surcan la urbe y, desde ellas, alcanzar los diferentes barrios que componen este desproporcionado callejero. En La Boca o en Recoleta se templa la desmesura y el paisaje vuelve a adquirir una escala humana.

Corrían los últimos días de la primavera austral que se hacía presente en los tranquilos jardines de la céntrica plaza de San Martín, en el animado bullicio de la calle Florida o en el abigarrado y centenario mercadillo de San Telmo. Y al final del día, cerca de aquel hotelito de la Avenida de Mayo que miraba al mítico Café Tortoni, siempre nos despedíamos con una Quilmes, bien fría, en Los 36 Billares…

P.D.: Creo que hoy se me nota la nostalgia porteña… y la culpa la tiene Fabiana Cantilo…

 

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KA.4

En junio de 2003 el nombre del pastor kazako cuyo caballo acaricio quedó registrado en mi cuaderno de viaje: Erzbulat.

Llegaron un poco pasados de vodka pero lejos de dificultar el contacto el alcohol multiplicó la hospitalidad de aquel grupo de pastores nómadas con el que nos topamos, al caer la tarde, en las montañas del Tien Shan. Se empeñaron en que bebiéramos un poco de koumiss (leche de yegua fermentada) y que montáramos en sus caballos. El verano ya se dejaba ver en estas praderas alpinas que dibujan el límite entre Kazajstán, Kirguistán y China, y en las que habíamos instalado nuestro precario campamento a más de 2.000 metros de altura.

Hasta aquel remoto territorio de Asia central nos embarcamos en la primera expedición organizada por la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y la Radio Televisión de Andalucía (RTVA); la primera de una serie de aventuras, en los cinco continentes, que tuve el privilegio de dirigir, mano a mano, con mi amigo Fernando Hiraldo (de alguna de ellas ya he escrito en este blog).

Resulta difícil creer que estos páramos, hoy desiertos y azotados por el viento, fueran el escenario de uno de los grandes imperios de la historia. Un imperio de pastores guerreros capaces de conquistar vastas extensiones de terreno, y que pusieron en jaque a los mejores ejércitos de la época. Un mosaico de tribus nómadas que en el siglo XIII, aglutinadas bajo el temible liderazgo de Gengis Khan, impusieron su dominio desde el golfo Pérsico hasta el océano Ártico.

Hoy, el regreso de la ganadería extensiva, casi desaparecida durante la época soviética, ha sido fundamental para la recuperación de las poblaciones de algunos carroñeros exclusivos de estos territorios. Uno de los más llamativos y escasos es el buitre del Himalaya. El majestuoso vuelo de esta especie logramos filmarlo cerca del desfiladero del río Charyn, un torrente que se alimenta del deshielo en las altas cumbres y va horadando las montañas hasta modelar un cañón bellísimo, donde la erosión ha esculpido, con paciencia de siglos, un paisaje lunar.

Y esta es solo una pincelada de aquel viaje maravilloso que nos ocupó más de cuatro semanas en las que recorrimos cerca de 9.000 kilómetros en destartalados vehículos soviéticos. De las penalidades, que fueron muchas, no escribiré, sobre todo porque hoy las recuerdo como se recuerdan los mayores placeres (así de caprichosa es la memoria), o, como decía el poeta, “como se recuerdan los lugares en donde hemos sido pobres y felices”.

Corría el mes de junio de 2003 y andábamos rodando el documental “El jardín de los vientos” que se emitió en Canal Sur Televisión en el invierno de ese mismo año. Quien me acompaña es César Fernández-Ramos, el operador de cámara, y quien hizo la foto es Charli Guiard, el realizador, con los que viví unas cuantas  peripecias que guardo para otra entrada.

P.D. Uno de los tres capítulos de aquella serie documental kazaka está disponible en Youtube:

http://www.youtube.com/watch?v=EFEtZDSHwGY&list=ULEFEtZDSHwGY&feature=share&index=6089

 

 

 

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En otros sitios no se, pero aquí se hace Periodismo…

Hoy los buitres de siempre revolotean sobre mi empresa, la RTVA, la televisión pública de Andalucía. Disfrazan su apetito, como siempre, con esa cantinela demagógica de la austeridad y el derroche (y viceversa), pero, en realidad, lo que persiguen es que esta casa muera, o la maten, para hacer negocio (como siempre). Algunos incautos, y otros con buena fe, los leeran (o los escucharán) y terminarán convencidos de que son firmes defensores del bien público y la honestidad, sin saber que lo que buscan es hacer caja. Sin más. Como siempre.
No seré yo quien defienda lo indefendible. No me preguntéis por aquellas decisiones que exceden las responsabilidades de los que no ocupamos un cargo directivo. Yo soy periodista y, por eso, después de haber pasado por muchos medios, públicos y privados, y haber bregado con todo tipo de fauna, sólo puedo defender mi trabajo, y el de mi equipo, y hablar, con orgullo y sinceridad, de lo que conozco de primerísima mano.
Y desde ese orgullo, teñido de indignación, este verano, cuando tuve oportunidad de volver a la primera linea de los Informativos Diarios de Canal Sur TV (al Noticias 1, para ser exactos), escribí a propósito de la mierda en televisión. Algunos colegas (¿colegas?) deberían tomar nota… y aprender (antes de dar lecciones).

¿Cuánto de cainismo, interesado, hay en esta crisis del Periodismo?

Así lo conté en verano (y no he cambiado de parecer):
https://elgatoeneljazmin.wordpress.com/2012/09/03/mierda-en-television/

P.D.: Lamento haber utilizado la metáfora de un carroñero maravilloso cuyo trabajo es fundamental para la salud del monte mediterráneo, pero los buitres, más allá de consideraciones ecológicas, son justamente eso, una metáfora que entienden hasta los que no entienden…de animales.

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