Se me hizo extraño este mes de septiembre en el que faltaba, por vez primera en quince años, la cita del Seminario Internacional de Periodismo y Medio Ambiente (SIPMA). En el lamento de esta ausencia hay más nostalgia que enfado, aunque algunos puedan pensar que no es fácil pasar página cuando uno ha sido el director del SIPMA durante doce de sus quince ediciones. Pero los que me conocen saben la facilidad con la que paso página, las pocas explicaciones que requiero y, sobre todo, la incapacidad que tengo para convertir el destino, caprichoso, en una deuda o en un dolor.
El SIPMA ha desaparecido (aunque ojalá vuelva algún día) y por eso, para que este otoño no se note tanto el vacío que deja en este gremio tan maltratado, rescato de mi archivo personal (aprovechando un puñetero brote de insomnio) algunos párrafos de una de las últimas conferencias magistrales que tuve la fortuna de organizar (por el SIPMA, por cierto, pasaron más de 2.000 personas, entre alumnos y ponentes, desde 1998). Era el viernes 1 de octubre de 2010 y aquella segunda jornada del XIII SIPMA se abría con una conferencia (“Periodismo y compromiso”) que le pedí a Jesús Quintero. Así escribí entonces parte de la crónica de aquella conferencia, tan oportuna ahora en su contenido como entonces…
Otra televisión no sólo es posible sino que ya existe y lo único que hay que hacer es defenderla.
“LA TELEVISIÓN ES UNA MINA SAQUEADA”
Viernes, 1 de octubre de 2010
A Jesús Quintero la noche le sienta muy bien. Sigue siendo su territorio natural, el mismo en el que nació El loco de la colina para hacerse dueño de aquellas madrugadas radiofónicas en donde los silencios eran más elocuentes que las palabras. Después de haber asistido al concierto de U2 en Sevilla Jesús ha llegado a Córdoba al filo del amanecer. Apenas ha dormido antes de encaminarse al Palacio de Congresos en donde, a primera hora, lo he convocado para hablar de periodismo y compromiso. Cruzamos juntos la Judería sorteando los piropos que le dedican los transeúntes, pide una humilde manzanilla, agarra unos folios que apenas consultará y se entrega a un auditorio en el que, aún siendo las diez de la mañana, se instala ese apacible clima nocturno que invita a las confidencias.
(…)
En un momento en el que “la libertad está amenazada, el periodismo se somete al mercado y la comunicación vive en la mediocridad”, el único compromiso que admite este periodista nacido en San Juan del Puerto (Huelva) hace 70 años es “darle lo mejor a quien me está viendo o escuchando. A mí lo que más me interesa es tener credibilidad y por eso cuanto más tiempo pasa más deseo crear, inventar y buscar nuevos caminos”.
Un esfuerzo que cada vez resulta más complicado, sobre todo en televisión, un medio del que Quintero dibuja un retrato más que sombrío. “Decía Orson Welles que la radio era una mina abandonada, pero si hubiera conocido la televisión de nuestros días hubiera dicho que la televisión es una mina saqueada. Saqueada por el poder que quiere la máxima audiencia para conseguir todos los votos posibles. Saqueada por los mercaderes que utilizan los medios como escaparate para vender sus mercancías. Saqueada por los oportunistas que buscan fama y dinero fácil. Saqueada por los cotillas y los chismosos. Saqueada por los falsos profetas. Todos han entrado a saco en la televisión”.
(…)
La lógica de la programación está muy lejos de los intereses de este periodista al que le preocupa el efecto final de este tipo de oferta televisiva. “Quienes programan piensan en los analfabetos funcionales porque creen que la televisión la ve la gente menor, aburrida, gente del pueblo sin cultura. Ellos tienen el medio de comunicación más poderoso y desprecian la cultura. Y encima son tan ignorantes que creen que la cultura no es divertida. Ellos creen que lo divertido es Belén Esteban y Sálvame, que yo no sé de qué nos salva… Esta gente no sabe el daño que le está haciendo a la sociedad”.
“Si el vulgo es necio”, razona, “habrá que hacer algo para que deje de serlo. Y si se empeña en seguir siendo necio, habrá que buscar otro vulgo, menos necio, aunque sea minoría, porque también la minoría inteligente y sensible tiene derecho a exigir otra televisión”. Hay que establecer otro razonamiento, ese que nace de preguntas muy sencillas pero a las que pocos se atreven a responder: “¿Debe mostrar la televisión lo peor de nosotros, lo más ruin y lo más grosero? ¿Realmente somos tan morbosos y tan cotillas? ¿El público consume mayoritariamente telebasura porque le gusta o porque no le dan otra opción?”.
Y todas estas reflexiones no hacen sino abonar, a partes iguales, la tristeza y la indignación de este periodista. “Me duele pensar que en un país con tanta historia, con tanta civilización y cultura a sus espaldas la máxima aspiración de los ciudadanos sea espiar al vecino. Pero lo cierto es que una televisión basura termina provocando una sociedad basura. A todo el mundo le gusta el jamón de pata negra pero si sólo le das hamburguesas terminarán pidiendo hamburguesas. No me gusta lo que están haciendo con mi profesión. Y no sé hasta dónde será capaz de llegar esta televisión en su lucha por la audiencia”.
Jesús Quintero sabe que no es fácil salir de este atolladero, “porque uno tiene una navaja y ellos cuarenta tanques”, pero, aún así, hay motivos para la esperanza. “Hay que volver a los artesanos, a los que comprometen su vida en lo que hacen, a los que dedican tiempo para crear y no viven en el corto plazo. Hay que volver a un nuevo Renacimiento, a un movimiento ciudadano que arrase todo esto. En Grecia la filosofía nace con la democracia, es decir, que el libro de instrucciones de la democracia es la filosofía y si esta desaparece la primera se queda en nada, se queda en un grupo de necios que buscan a los mediocres que los voten y que se empeñan en eliminar a las mentes más brillantes del país. Y contra eso hay que rebelarse”.
P.D.: Sí, todo esto lo dijo Jesús Quintero hace cuatro años, pero podría haberlo dicho ayer, ¿verdad?