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Posts Tagged ‘strudel de uvas’

Hoy llega a casa un amigo muy querido.

Viene de las montañas, cargado de silencio y de paz.

Sólo nos visita, con suerte, una vez al año, y por eso este fin de semana será un fin de semana especial, en el que repetiremos una liturgia  que ya se ha convertido en dulce costumbre.

Bajaremos a Sevilla a escuchar su conferencia y luego cenaremos en casa. Cocinaré sushi, como él espera, y trataré de sorprenderlo, para que no todo sea previsible, con un postre inusual, un postre que alimente la sonrisa de un buen goloso.

Así quedó mi strudel de uvas en el primer ensayo.

El postre que he elegido es un strudel de uvas que nunca había cocinado y que ensayé la semana pasada (no conviene arriesgar demasiado).

Strudel es una palabra alemana que significa “remolino”, quizá haciendo referencia a la forma que adoptan las hojas de este pastel cuando envuelven el relleno. Aunque se asocia sobre todo a la cocina austriaca el strudel es originario de los fogones de Oriente, y está emparentado con algunos pasteles que se elaboran en Arabia y Turquía. El mestizaje vuelve e rebelarse, también en la cocina, como un elemento que siempre, siempre, nos enriquece.

El más famoso de estos pasteles es el Apfelstrudel, que se rellena de manzana, pero, al parecer, en las fiestas más señaladas los austriacos prefieren el strudel de uvas. Y ese es el elegido para esta noche.

1 paquete de hojas de pasta brick (se encuentra fácilmente en muchos supermercados, por ejemplo en Carrefour).

40 gramos de avellanas tostadas (también sirven almendras o piñones).

40 gramos de harina tamizada.

40 gramos de azúcar morena.

2 huevos.

La ralladura de una piel de limón.

30 gramos de mantequilla derretida.

150 gramos de uvas sin pepitas.

Nata montada.

Frutos rojos (se pueden comprar congelados en Carrefour).

Azúcar glas

En el mortero trituramos las avellanas a las que luego mezclamos la harina tamizada. Batimos bien los dos huevos y les añadimos la ralladura de limón, el azúcar y una pizca de sal. Seguimos batiendo hasta asegurarnos que la mezcla ha aumentado su volumen y entonces añadimos las avellanas y la harina. Separamos dos o tres cucharadas y en ellas mezclamos la mantequilla derretida. Unimos las dos mezclas y seguimos batiendo con suavidad hasta conseguir una crema homogénea y algo espesa (podemos añadir un poco más de harina si ha quedado muy líquida).

Sobre un paño grande colocamos con mucho cuidado (se rompen fácilmente) una hoja de pasta brick. La pintamos con mantequilla derretida y sobre ella colocamos otra hoja. En el centro disponemos la masa que hemos elaborado, dispuesta a lo largo y ocupando una anchura como de cuatro dedos. Sobre la masa distribuimos generosamente las uvas, enteras, sin pelar, pero (si puede ser) sin pepitas (hay una variedad que no tiene semillas). Cubrimos con una hoja de brick, pintamos con mantequilla derretida y colocamos una última hoja de brick. Tirando del trapo y no de las hojas (para evitar que se rompan) envolvemos con cuidado el relleno, de manera que nos quede una especie de rulo con la masa y las uvas en el centro. Cerramos los laterales, como el que cierra un paquete envuelto en papel, y volvemos a pintar con mantequilla derretida. Usamos de nuevo el trapo para darle la vuelta al pastel, de manera que la parte en donde se han unido las hojas quede debajo. Untamos con mantequilla derretida y colocamos, con cuidado, sobre una bandeja de horno cubierta con papel vegetal que habremos pintado con mantequilla y espolvoreado con algo de harina. Metemos el strudel en el horno, precalentado a 160 º, y horneamos durante unos 50-60 minutos. A mitad de cocción pintamos con mantequilla derretida o con huevo batido (para dorar), y volvemos a pintar, al final, también con mantequilla derretida.

Ya fuera del horno espolvoreamos con azúcar glas.

Para servir cortamos porciones del rulo, las colocamos tumbadas, de manera que se vea el relleno y, como guarnición, ponemos una buena ración de nata montada cubierta de frutos rojos.

Así es que esta noche en nuestra mesa convivirán, en armonía, los sabores de Japón, de Austria, de Arabia, de Turquía, de España, de Francia…  Un mestizaje espontáneo en homenaje a un buen amigo que viene de las montañas…

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