Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘tartar’

Camino del tartar de salchichón malagueño. PD: Pues sí, tengo cierta tendencia, casi obsesiva, a componer bodegones antes de ponerme a cocinar. ¿Es grave doctor?

Tan poderosos son los antojos que, en el imaginario popular, son capaces de atravesar la barrera placentaria y dejar en el neonato la marca inconfundible de aquella noche en la que la madre suspiró por unas fresas con nata o soñó con una onza de chocolate negro. A mí no me marcaron la piel, pero les tengo mucho respeto a los antojos, porque cuando aparecen termino, quiera o no quiera, convertido en su prisionero. Y no hablo solo de los antojos que se resuelven en la cocina, ojalá todos los caprichos pudieran resolverse en ese territorio, aunque hoy solo hablaré de un par de antojos gastronómicos (más o menos) fáciles de satisfacer.

El primer antojo (tartar de salchichón malagueño) estaba emboscado en la memoria, en el recuerdo de una noche en el Araboka, donde por primera vez probé esta delicatessen que es rústica y cosmopolita a partes iguales. Y el segundo antojo (matambre) apareció cuando en el expositor del carnicero vi una soberbia pieza de falda de ternera con la que empecé a imaginar recetas (sí, también intervino la memoria, esta vez la que conservo de aquel viaje por la Argentina profunda).

Tartar de salchichón malagueño

1 salchichón malagueño (blandito y bien especiado).

Pepinillos y alcaparras.

Uvas pasas.

Mostaza y mahonesa casera.

Tabasco y salsa Worcestershire.

Media chalota.

Lima y perejil.

El tartar cuando todavía andaba un poco desordenado…

Le quitamos la piel al salchichón y lo picamos a cuchillo (vade retro Thermomix). En un bol aparte ligamos un par de cucharadas de mahonesa casera, una cucharadita de mostaza de Dijon, unas gotas de Tabasco, unas gotas de salsa Worcestershire y unas gotas de zumo de lima (ojo, hay quien gusta de añadir un poco de miel de caña, aunque a mi no me pone mucho). Importante: la proporción de los ingredientes de esta mezcla queda al gusto de cada cual, a mi me tira mucho el picante, a otros les provoca la mostaza o son más de sabores cítricos. Picamos los pepinillos (dos o tres), las alcaparras (un puñadito), las uvas pasas (otro puñadito), media chalota pequeña y una pizca de perejil. Yo acostumbro a lavar los pepinillos y las alcaparras para rebajar un poco el tono avinagrado. Mezclamos la picada de salchichón con esta otra picada, y mezclamos todo muy bien con el mejunje que hemos ligado en el bol. Finalmente presentamos usando un aro de emplatar o moldeando el tartar al gusto de cada cual. Adornamos con unas almendras fritas picadas o con unos pistachos, y servimos con pan tostado (yo usé unas rebanas de pan tostado con pasas). Ah, y el vino… La otra noche mojamos el tartar con uno de mis blancos andaluces favoritos, malagueño también, bien fresquito: Cloe, un Chardonnay de la sierra de Ronda.

Tartar de salchichón malagueño: foto finish

Matambre

Compramos una buena pieza de falda de ternera (alrededor de un kilo). Que nos retiren el exceso de grasa (o se lo retiramos nosotros en casa con un cuchillo decente). Aliñamos la carne poniéndole (insisto: cada cual tiene sus gustos en esto de los aliños) un poco de comino, pimienta negra molida, tomillo, nuez moscada, una cayena bien picadita, ajo molido y un chorrito de aceite. Envolvemos en papel de film y dejamos reposar en la nevera al menos un par de horas. Mientras, preparamos el relleno en el que pondremos un par de huevos duros troceados, perejil picado, dos o tres lonchas de bacon pasadas por la sartén hasta que queden crujientes, queso cheddar troceado, cuatro o cinco pimientos de piquillo que habremos caramelizado en sartén con un par de dientes de ajo y media cayena (*), algunas alcaparras y una chalota pochada.

Todo empieza con un buen trozo de falda de ternera.

(*) Este ingrediente merece un paréntesis. Yo uso pimientos del piquillo de los que vienen asados en tarro de cristal. Los pongo en una sartén con un chorrito de aceite, un par de dientes de ajo, un pellizco de azúcar y media cayena. A fuego medio los vamos caramelizando hasta que estén bien hechos y los ajos pochaditos.

Encendemos el horno y ponemos el termostato a 180 grados. Cuando alcance esa temperatura metemos una bandeja con una cama de patatas a rodajas, regadas con un poquito de aceite, una pizca de mantequilla derretida y algo de sal. Dejamos que se hagan durante unos quince minutos, el tiempo que vamos a emplear en dejar listo el matambre para que también vaya al horno.

Como soy generoso en el relleno, me cuesta trabajo cerrar el matambre.

Sacamos la carne del frigo, retiramos el film, dejamos que se atempere y la marcamos en sartén, bien caliente, con un chorrito de aceite y una nuez de mantequilla. Doramos generosamente. Retiramos la carne y decidimos si queremos un matambre en rollo o en libro. Como mi pieza era un tanto irregular y además me había pasado con la cantidad de relleno yo elegí el modo libro: un trozo de falda, relleno encima, y el otro trozo como tapadera. Embridamos, para que no se escape el relleno, y ponemos el matambre encima de la cama de patatas. Dejamos que se termine en el horno, unos 15 minutos por cada lado.

Matambre: foto finish con tinto gaditano.

No era necesario, pero ya puestos… acompañé el matambre con una salsa de chalotas (se pochan –hasta dorarse- en mantequilla, se añade un poquito de amontillado, se reduce, se remata con una dosis generosa de pimienta negra recién molida, se bate y…lista). Ah, y el vino… Como no tenía a mano ningún tinto malbec argentino, tiré de un gaditano con mucha personalidad: Finca Moncloa, en donde la tintilla de Rota pone el acento local.

Y así fue como me quedé tranquilo, libre de antojos y caprichos. A ver cuánto me dura…

Anuncio publicitario

Read Full Post »

Tartar de atún rojo

Admito que hubiera ganado en presencia con algunas florituras (esos cebollinos picados que arreglan casi cualquier plato…) pero juro que el sabor de este tartar no necesitaba de muchos adornos…. (Foto: JMª Montero)

La cocina es generosidad y abundancia, por eso no entiendo a los que practican una cocina de estrechuras en la que cualquier ingrediente se juzga, en su dosis o cantidad, como excesivo. Desconfío, no puedo evitarlo, de aquellos que nos escatiman los placeres y miden, con estricta severidad, las porciones de felicidad que vamos a consumir. Los miro como el que teme al rancio moralista que juzga lo que es bueno o malo y, en consecuencia, dicta condena y establece la penitencia exacta. Ni más, ni menos. Una forma de cocinar ridícula que traiciona la misma esencia de la cocina que no es sino la búsqueda del placer a través de los alimentos.

En un restaurante resulta imprescindible acotar las raciones para ajustarlas a un precio, pero siempre se puede repetir (si nuestro bolsillo está a la altura de nuestro apetito). Y no es menos cierto que mucha gente cree cocinar cuando en realidad se limita a “hacer comida” (con mayor o menor esmero). Pero al margen de estas excepciones, y de aquellas otras dictadas por el presupuesto familiar (aunque una cosa es ser austero y otra muy distinta es ser rácano), el que cocina con esa atención constante a consumir lo menos posible por pura tacañería debería dedicarse a otros menesteres.

Es el mismo fenómeno, aberrante, que se exhibe en la mayoría de los programa de cocina, donde las reglas de juego se contradicen con los valores fundamentales de la cocina, un arte que no sabe de prisas, gritos, competitividad o reglas inamovibles. ¿Cuántas personas conocéis que se tragan una hora de concurso gastronómico televisivo y no son capaces de emplear quince minutos en elaborar el plato doméstico más sencillo y sabroso?

Hoy, gracias a la generosidad de Ana e Iñaki, he cocinado un tartar de atún rojo (pero rojo, rojo, de verdad, de almadraba…). Es el caviar del sur y en su disfrute no caben estrecheces ni prisa. Los rácanos pueden interrumpir aquí la lectura y entregarse, no sé, a la fritura de croquetas congeladas…

250 gr de lomo de atún rojo

1 aguacate en su punto y 1 tomate maduro

Aceite de oliva, salsa de soja, mostaza, vinagre de Jerez (solera)

Un puñado de alcaparras

1 lima

Sal y pimienta negra

Cortamos el lomo de atún en dados pequeñitos, y lo mismo hacemos con el tomate (pelado) y el aguacate.

Alegramos el atún con una pizca de sal, pimienta negra recién molida, la ralladura de la lima y un puñado de alcaparras picadas.

En un bote preparamos una vinagreta agitando cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen extra, una cucharada de salsa de soja, una cucharadita de mostaza y una cucharadita de vinagre de Jerez (solera). Mezclamos bien y dejamos que, en el frigorífico, el atún se marine en esta vinagreta unos 10 minutos.

Emplatamos usando un aro y disponiendo primero el tomate y el aguacate, y encima el atún marinado.

Como no tenía cebollino para adornar, y además soy poco dado a las florituras, el aspecto final del tartar quedó un poco rústico, pero el sabor… Hasta el vino, bien perfumado, con el que mojamos esta delicatessen (Martín Códax, Albariño) parecía un pecado, una intromisión en el paladar…

PD: Sí, ya he empezado a cocinar en mi refugio gaditano. Buena señal: la descompresión ha comenzado, aunque todavía estoy un poco lejos de la superficie…

Read Full Post »