400 gr. de pasta para ensalada (hélices, pajaritas, margaritas,…)
500 gr. de almejas
4 cucharadas de albahaca (fresca o seca)
100 gr. de piñones
150 gramos de queso (mejor si es parmesano o grana padano)
Nata (opcional)
Aceitunas negras (opcional)
Ajo, aceite de oliva, sal.
Además de evadirme y hacerme reír, las novelas de Andrea Camilleri me abren el apetito y me provocan el irresistible deseo de convertirme en cocinero de una pequeña trattoria en Vigáta. Así tendría oportunidad de someterme al juicio, riguroso y bien documentado, de Salvo Montalbano, al que dedico esta ensalada de pasta (y pesto) con regusto marinero y vocación siciliana.
En una sartén se fríen dos o tres dientes de ajo bien picaditos. Antes de que se doren mareamos en esa fritura las almejas (que habremos limpiado previamente, con agua fría y sal, para que suelten toda su arenilla e impurezas). Añadimos un vasito de agua, otro de vino blanco (o de oloroso, según gustos) y algunos granos de pimienta negra. Dejamos cocer hasta que se abran los bivalvos. Los retiramos y, con paciencia infinita, separamos uno a uno los bichitos de su concha y los reservamos. El caldo que ha sobrado de esta preparación lo dejamos reducir un poco al fuego y, finalmente, lo colamos con cuidado para evitar, una vez más, la arenilla. Lo reservamos.
En la batidora ponemos la albahaca, los piñones, el queso (en taquitos no muy grandes), medio diente de ajo y un chorreón de aceite. Se formará una masa espesa que iremos emulsionando, poco a poco, añadiendo un hilito de aceite mientras batimos, hasta lograr que la mezcla adquiera la consistencia de una mayonesa firme. Entonces añadimos, también poco a poco, el caldo de las almejas, hasta lograr que la salsa tenga la densidad que más nos guste. Corregimos de sal. De forma opcional, y para suavizar y enriquecer este aliño, podemos añadir nata líquida en la cantidad que creamos oportuno.
En una olla grande ponemos agua a calentar, con sal y un chorreón de aceite de oliva, y cuando rompa a hervir añadimos la pasta, con cuidado de dejarla al dente (unos 8 minutos son más que suficientes). La retiramos y la colamos bajo un generoso chorro de agua fría.
Ponemos la pasta en una ensaladera, la cubrimos con unos golpes de albahaca molida, pimienta negra molida y aceitunas negras. En recipiente aparte ponemos la salsa, tibia, de manera que cada cual se la sirva al gusto. También disponemos queso rallado (del mismo tipo del que hemos utilizado en el aliño) para su uso a discreción.
La música: Necesariamente hay que recurrir a sonidos sicilianos pero convenientemente actualizados. El tema Cantu Sicilianu, que en su arranque más bien parece una marcha procesional andaluza, resulta muy apropiado para este plato y seguro que nos provoca la suficiente curiosidad como para explorar el resto del repertorio que nos brinda, desde el sur de Italia y a golpe de trompeta traviesa, Roy Paci & Aretuska:
Muy buena receta, Monti
La cocina me ayuda a alejarme del ruido, de toda esa locura que está ahí afuera, en ese mundo de locos en el que los periodistas habitamos. Cuando cocino soy feliz. Y si cocino para amigos, o si una amiga celebra una receta, entonces la felicidad se multiplica. Quizá llevamos demasiado tiempo sin comer juntos, y eso habría que remediarlo…
Gracias por el comentario.
Siempre pienso en musica para cocinar… Ahora voy a hacer un plato de pasta similar, pero con ricotta de queso de cabra, alcaparras y salsa de tomate natural, y pienso poner flamenco, que siempre me inspira. Saludos!
Coincidimos: la música es una fuente de inspiración en la cocina y, en algunos casos, hasta proporciona el compás necesario para armonizar todos los pasos que se van dando para elaborar un plato. Muy bueno tu blog. Poco convencional y, por tanto, atractivo. Gracias por tu comentario y tus sugerencias para seguir haciendo pasta… con flamenco.
Cuando sea «mayor» quiero ser como tu, mientras tanto, seguiré recurriendo a mi Lola para que elabore esas recetas magníficas. La música, que no el «canto», la pondré yo. Gracias por este buen rato.
Qué has hecho con los bichitos reservados? A no ser que los hayas achicharrado te recomiendo que los comas ràpido.
Muy oportuna observación… ¿Qué fue de los bichitos marinos? Después de haberles otorgado el máximo protagonismo en el comienzo de la receta y haberlos seleccionado, con paciencia infinita, van y desaparecen.
En realidad esto no es una receta sino un nuevo caso para el inspector Montalbano («Las almejas ausentes», de próxima aparición). Yo sospecho que los bivalvos, tímidos por naturaleza, se asustaron al ver la batidora y corrieron a esconderse en algún rincón de la cocina (aunque bien pudiera ser que, en un despiste, el gato-en-el-jazmín entrara en casa y les metiera mano…).
En cuanto Salvo revele el misterio procederemos a incorporarlos a la salsa, o bien a disponerlos en un cuenco para que cada cual se los administre, junto con la salsa, a su gusto.
Gracias por tu ayuda….
[…] al paladar. Paradójicamente sí que acostumbro a cocinar con música (y en muchas de mis recetas, de hecho, comento la música que escuché mientras las elaboraba), quizá porque la ejecución de […]
[…] es la receta de esa lasaña que en una trattoria seria (de esas que tanto le gustan a Salvo) anunciarían como lasagne ai funghi […]