Nos enfrentamos a una nueva extinción (masiva) de especies. Ya no hay duda, o, dicho de otra manera, las evidencias científicas son tan sólidas que no cabe moderar la gravedad de la noticia con el consuelo de la incertidumbre. La última extinción de este calibre, la quinta en el particular cómputo que manejan los científicos, tuvo lugar hace 65 millones de años y fue la que hizo desaparecer a los dinosaurios. La sexta extinción ya está en marcha, y las pruebas más recientes (reunidas por Ceballos, Ehrlich y Dirzo, tres investigadores que llevan tiempo estudiando este fenómeno) se publicaron el pasado mes de julio en la prestigiosa revista norteamericana Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Después de analizar con detalle el estado de conservación de 177 especies de mamíferos repartidas por todo el mundo, los autores de este trabajo concluyeron que “todas han perdido un 30% o más de su distribución geográfica, y más del 40% de estas especies han experimentado una grave disminución de sus poblaciones”.
Esta anomalía, particularmente intensa en las zonas tropicales, es mucho más grave de lo que se percibe, porque va más allá de la desaparición de individuos o especies. Reducir la diversidad biológica también implica la pérdida de los servicios ambientales que nos prestan los ecosistemas, beneficios casi invisibles pero cruciales como es el caso de la polinización que llevan a cabo las abejas, la formación de suelo fértil o la purificación del aire o el agua. Procesos en los que actúan esos múltiples elementos que componen el complejo puzle de la vida.
En resumen, como advierten estos investigadores, se trata de una verdadera “aniquilación biológica” que tendrá graves consecuencias ecológicas, sociales y económicas. Y no hablamos de un impacto localizado, sino de una ola que recorre el planeta sin freno y sin distinguir fronteras.
Estos son los verdaderos problemas en los que deberíamos concentrar nuestra atención y nuestro esfuerzo, porque lo que está en juego es la propia supervivencia de la especie humana. “Nos enfrentamos a riesgos, llamados existenciales, que amenazan con barrer del mapa a la humanidad”, explica Anders Sandberg, investigador del Instituto para el Futuro de la Humanidad (Universidad de Oxford). Y detalla: “No se trata solo de los riesgos de grandes desastres, sino de desastres que podrían acabar con la historia”. Las evidencias de esta amenaza son tan contundentes que hace menos de un año la comunidad científica comenzó a considerar que también hemos cruzado el umbral de una nueva era geológica, el Antropoceno, donde el hombre se convierte en el gran protagonista a cuenta de su inquietante capacidad para alterar las condiciones naturales a escala planetaria. Pero, ¿cuándo comenzó el Antropoceno? La fecha y el acontecimiento que proponen los geólogos no deja lugar a dudas: 1950, cuando se multiplicaron las pruebas nucleares en diferentes territorios hasta diseminar isótopos radiactivos por todo el planeta. Esa será la marca, indeleble, que identificará esta nueva era… si es que alguien nos sobrevive para describirla.
[ Este es un fragmento del artículo que acabo de publicar en la revista Mercurio: Devorando el planeta ]
“Antropoceno: una era protagonizada exclusivamente por nuestra especie, con todas las demás formas de vida asumiendo un papel secundario. El EREMOCENO, la era de la soledad, me parece mejor nombre para futuro tan deprimente”. E. O. WILSON, “El sentido de la existencia humana”.
Así es, todo indica que vamos a morir de éxito… Un triste final 😦
Querido amigo, como siempre, tus reflexiones son, para mí, certeras, así como el corolario de los investigadores mencionados “se trata de una verdadera aniquilación biológica que tendrá graves consecuencias ecológicas, sociales y económicas”, pero quizás debamos contemplar que ese camino es el natural dentro del comportamiento evolutivo de las especies del planeta y que nosotros somos, también, unos “animales” depredadores con un porciento de inteligencia muy limitado, que cada vez se desarrolla más lentamente por los hábitos sociales y de ocio que subliminalmente pretenden dirigir nuestro pensamiento, a pesar de que existan mentes brillantes que nos enseñan el mejor camino, pero sin olvidar que la gran masa “dirige” el rumbo marcado por los poderes fáticos, de todo tipo. “Somos lo que somos y tenemos lo que tenemos”.
Yo, hace tiempo, desde mi perspectiva como científico de la atmósfera y bastante implicado en la conservación del medio ambiente, adopte la postura de aceptar la extinción de la especie humana, tal y como la conocemos, a un medio plazo evolutivo, aunque siga predicando con el ejemplo las estrategias de conservación que afectan a la calidad de vida, pero asumiendo que el proceso evolutivo no se debe parar por el bien del conjunto, aunque ello conlleve la destrucción de mi propia especie.
Tema complejo para exponer y también para entender, salvo que se debata delante de una buena manzanilla de Montilla o un vermut de Moguer, todo depende del aperitivo que te apetezca y al que estás invitado. Un abrazo
[…] que por vez primera confesé en público haber perdido el optimismo del que siempre he presumido. Ya no tengo argumentos lo suficientemente sólidos como para sostenerlo y no soy persona que se entregue al júbilo de un futuro mejor desde la […]
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