Alfonso Ussía, ese hombre, nos ilustra, una vez más, a propósito de las especies animales protegidas, haciendo gala, como es costumbre del articulista, de sus profundos conocimientos sobre literatura venatoria y algo menos profundos sobre la biología de las especies citadas y el papel que estas desempeñan en la naturaleza. En el artículo que hoy publica en La Razón (por cierto, un refrito de artículos anteriores) vuelve a revelarnos, desde un punto de vista muy particular, la verdadera condición del lince ibérico y el sentido de las acciones que buscan su conservación, para, finalmente, concluir de manera sorprendente (en fin, algún calificativo tenía que elegir): “¿Qué narices nos importa esto de los linces cuando España, nuestra Patria, se está destruyendo?”. Impresionante. El argumento es sólido y concluyente, y, por desgracia, forma parte de una extensa nómina de argumentos, a cual más absurdo, que a cuenta de este felino venimos padeciendo desde hace años. Argumentos casposos (véase, en este mismo blog, el post titulado Los lobos de Félix o un conde a garrotazos: https://elgatoeneljazmin.wordpress.com/2011/02/24/los-lobos-de-felix-o-un-conde-a-garrotazos/) que sólo sirven para intoxicar a la opinión pública.
La verdad es que, como señala en Twitter Guillermo Prudencio (@guilleprudencia), uno no sabe muy bien, después de leer a Ussía, si el tremendo argumento está escrito a favor de la conservación del lince o en su contra, pero la provocación (y la confusión) sí que está conseguida. Tampoco falta en el artículo es ese clásico tufillo anti-ecologista («Respeto a los expertos profundamente, que no a los ecologistas «sandía», que se cuelan en todas partes«) y una crítica innecesaria a los trabajos científicos vinculados a la conservación de este animal, anteponiendo la estética al conocimiento («Algunos [linces] llevan en el cuello esos horribles localizadores que tanto humillan la estética de los animales«).
Lo dicho: en torno al lince y otras especies amenazadas abundan los argumentos desprovistos de cualquier rigor científico, argumentos que, en algunos casos, rozan el esperpento. Así ocurrió, por ejemplo, hace justamente nueve años, en una divertida comparecencia en el Senado de la entonces secretaria general de Medio Ambiente, Carmen Martorell, quien atribuyó a la escasa inteligencia de este felino sus dificultades para sobrevivir. El artículo de Ussía me ha recordado aquella anécdota que hoy rescato de mi hemeroteca.
Carmen Martorell acudía el 2 de junio de 2002 al Senado para informar sobre la situación del lince ibérico y las distintas iniciativas puestas en marcha por su ministerio para lograr la recuperación de la especie. En su intervención, y a preguntas de los senadores, Martorell desgranó algunas afirmaciones sorprendentes, por su escaso rigor científico, que retratan a una especie culpable, en cierta medida, de su dramática situación. A juicio de la secretaria general de Medio Ambiente “el lince necesita mucho espacio, y España tiene un tamaño que a veces no permite que puedan disponer de esos espacios tan amplios que necesitan para sobrevivir”. “Quizá una conducta inteligente del lince”, apostilló, “sería adaptarse a vivir en un menor espacio”.
Contemplando el problema desde una perspectiva antropocéntrica, esa misma que suelen despreciar por simplista todos los especialistas en la materia, Martorell insistió en sus planteamientos cuando sostuvo que “el hombre, por suerte, es más inteligente y es capaz de adaptarse a ello [a los cambios que ha sufrido el paisaje]”. Finalmente, aseguró que “el lince es menos inteligente de lo que creíamos que era”. Y como ejemplo se remitió a los frecuentes atropellos que sufren ejemplares de la especie, suceso al que otorga esta curiosa explicación: “Quizá tenga muy buena vista, pero después, en sus conductas, es un animal que corre muchísimo, y al correr muchísimo hay veces que no ve, no se para a ver a dónde tiene que ir, y por eso en vez de ir por debajo va por arriba [se refiere a los pasos subterráneos dispuestos en algunas carreteras]”. En definitiva, vino a decir, es un gato un poco atolondrado, y de esto no tiene ninguna culpa el gobierno (faltaría más).
A la vista de estos argumentos no es de extrañar que algunos de los senadores que participaban en la sesión, como Pedro José Pérez, también del Partido Popular, tuvieran la impresión de que, en definitiva, el lince ibérico está abocado a la extinción porque la propia naturaleza así lo ha dispuesto. Y siguiendo esta hipótesis, tal vez las iniciativas que se han puesto en marcha para salvarlo de la extinción sean actuaciones contra natura. “Quizá veo una falta de adaptación de esta especie”, afirma Pérez, para preguntarse a continuación: “¿No estaremos actuando en contra de las leyes de Darwin en cuanto a la supervivencia de las especies”.
Aún cuando los planteamientos de Martorell causaran la lógica sorpresa en algunos senadores, otros, como el propio Pérez, no dudaron en felicitarla, tal y como quedó recogido en el mismo diario de sesiones. “Uno siempre sale gratamente sorprendido por la forma en que nos explica las cosas. A mí, por lo menos, me hace sentirme muy orgulloso el hecho de tener una secretaria general de Medio Ambiente como la que tenemos”, destacó el senador popular por Murcia.
Algunos colegas quisieron echarle un capote a Martorell, justificando sus estrambóticos argumentos en el hecho de que había olvidado sus gafas en el despacho y por eso no pudo leer el texto, bien documentado, que le habían preparado sus asesores. Otros, con algo de sorna, atribuyeron el dislate al hecho de que la sesión citada era la última antes de las vacaciones de verano y eso siempre provoca graves alteraciones en el intelecto.
¿Olvidó Ussía sus gafas?
¿Está su intelecto afectado por la cercanía de las vacaciones?
Pobre lince, pobre Darwin, pobre periodismo…
Los linces de Ussía en La Razón: http://www.larazon.es/noticia/3829-linces
“El gato atolondrado” se publicó en El País-Andalucía el 7 de octubre de 2002:
http://www.elpais.com/articulo/andalucia/gato/atolondrado/elpepiespand/20021007elpand_23/Tes
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